Los ecos de las luchas obreras en la ciudad de Chicago (1886) por la reducción de la jornada laboral, se hacen oír en nuestro país. Los calafateros, una de las primeras agrupaciones de trabajo portuario, fabrica una campana para anunciar la entrada y salida de los turnos de los astilleros Grondona. El 16 de octubre el gremio anuncia que los obreros trabajarán sólo ocho horas usando la campana para marcar el límite horario. Ante la actuación de la Prefectura y en medio de la agitación, los trabajadores deciden arrojar la campana al río. Finalmente, la patronal acepta el reclamo y la campana, recuperada luego de varios días de búsqueda, marca la nueva jornada laboral.
A fines de los años 40, con los cambios tecnológicos desaparece el oficio de calafatero y el gremio decide otorgarle la custodia de la campana al Museo Municipal de Bellas Artes Quinquela Martín, acto que preside Juan de Dios Filiberto. El 19 de marzo de 1994, la campana histórica que anuncia por primera vez en Sudamérica la jornada de trabajo de ocho