Desde que recibí el libro de poemas de Liliana Maresca lo llevo conmigo como un talismán. Lo abro en el subte, por ejemplo, y leo: "Me iré / En cualquier momento explotará / Mi pequeño cosmos / Dejo unos rastros / Entre los seres que me vieron ser / Un ser muy fuerte muy débil...” y entonces es fácil irme de viaje, de vuelta a su cama donde tantas veces discutimos sobre las tres palabras que ahora sirven de título a su libro, El amor, lo sagrado, el arte, buscando una certeza que pudiera ordenar una jerarquía para no sentir la desolación de que alguna de ellas nos abandone aunque fuera fugazmente porque entonces no hay brújula ni camino sino el continuo oscuro de quien interpela a la vida en busca de sentido y sólo encuentra silencio. ¿Qué es lo fundamental?, se preguntaba ella sabiendo que cada minuto tenía esa categoría porque así mutan los días cuando empiezan a agotarse, cuando la partida se vislumbra con la incertidumbre de quien no puede creer en una verdad última y nada más. Ella estaba muriendo y yo estaba aprendiendo a vivir. ¿O algo de mí se estaba muriendo entonces y ella sabía de cómo vivir y por eso podía delegar "el mando a la vida / Que me empuja / Me flota en su río oscuro"? [...]
Ayer nada más escribí lo que escribí muchas veces, que el sida fue y es una oportunidad para poner palabras sobre los actos, los sentidos, los