espaldas? La conexión es a través de “El principio del placer”. Tanto en esa pintura como en “La reproducción prohibida”, el modelo retratado por Magritte es Edward James, banquero millonario, coleccionista y mecenas de los surrealistas.
Entre las más de 160 fotografías de todos los períodos creativos de Rivas que Adriana Lauria dispuso en el espacio de la Sala Cronopios hay frecuentes referencias a la historia del arte que Rivas –pintor antes de decidirse por la fotografía– conocía muy bien. Pero lo que conmueve, sobre todo, es la profundidad de su mirada, paciente y capaz de vencer cualquier reticencia de la realidad –personas, paisajes u objetos– a ser revelada. [...] Su maestría en ese arte de mostrar algo esencial de cada persona que fotografiaba se advierte en esta muestra en muchos retratos de personalidades de la cultura argentina –Anatole Saderman (a quien
consideraba su maestro), Luis Felipe Noé, Juan Carlos Distéfano, Macció, Alberto Heredia, Marcia Schvartz, Federico Klemm, Marilina Ross– pero también de personas anónimas. A muchas las encontraba por la calle. Algo en ellas les llamaba la atención y las invitaba al estudio para fotografiarlas con todo el tiempo necesario para obtener lo que buscaba en ellas.
El mismo tiempo y atención que ponía en retratar a la gente, les dedicaba al resto de las cosas que fotografiaba: paisajes urbanos, naturalezas muertas, objetos, animales... Cuentan que no andaba con una cámara, sino apenas con una brújula en el bolsillo. Si una locación despertaba su interés –escribe Lauria– la brújula le servía “para orientarse respecto a la dirección de la luz y retornar cuando las condiciones fueran las deseadas. [...]. Esa paciencia, ese cuidado obsesivo en la construcción de la imagen, continuaba luego de