Entonces retornaba de Santiago de Chile en dónde había concurrido desde 1933 a las clases de composición que en la Universidad de Chile dictaba Hernán Gazmuri, quien la introdujo, como a todos sus alumnos –Roberto Matta entre ellos– en las enseñanzas post-cubistas de André Lhote, a cuya academia parisina el maestro chileno había asistido.
Allí Yente aprendió a estructurar lo representado con formas contundentes, monumentales y sólidas. Tal fue la manera en que, retorno al orden mediante, los lenguajes modernos ingresaron en América, contrabandeados como figuraciones escultóricas.
De esa producción han llegado al presente pocas imágenes, entre ellas la fotografía de una tinta –
Figuras– en la que los volúmenes de las mujeres y los objetos son el resultado de una trama intrincada de grafismos que definen planos, luces, sombras y pasajes, dando lugar a una composición compleja y algo recargada. Este barroquismo fue lo que criticó poco después Juan Del Prete, provocando que Yente, con el tiempo, destruyera este tipo de obras en pos de una nueva etapa.
En 1936 están fechadas una serie de ilustraciones inéditas para la novela decimonónica
Amalia de José Mármol. Están definidas por una línea limpia y clara, que en general estiliza las figuras alargándolas. Esto es particularmente evidente en la recreación dibujada que hizo del retrato de Manuelita Rosas, realizado en 1851 por Prilidiano Pueyrredón.
Es