Los planteos no figurativos de Yente al inicio de los ‘40 fluctuaron entre un esquematismo de lo visto, cuyas simplificaciones y deformaciones expresivas de diseño libre, a veces intrincado, hacen prácticamente desaparecer al referente –tal el caso de las pinturas del libro Septem Dies, y todo un conjunto de obras conexas llevadas a cabo en 1941–, y una paulatina inclinación a la geometría organizada en base a la grilla ortogonal, que tiene quizás su primera manifestación en un pequeño cartón pintado a la témpera en 1943.
En la segunda mitad de la década la obra de neto corte constructivo ganó terreno y tuvo un rol casi excluyente, en particular en su obra “corpórea”, esto es en los relieves y objetos exentos realizados en celotex, un material aglomerado lo bastante blando como para que la artista –consciente de su falta de fortaleza manual– pudiera tallarlo y manipularlo. Estas piezas, que en su totalidad integraron su muestra individual de 1946, encuentran un antecedente en las alusiones espaciales de las tintas sepia de 1938 y, sobre todo, en la témpera de 1944, titulada significativamente Construcción. Resuelta en tonos pardos y grises, una intrincada y ambigua composición propone, mediante el ilusionismo pictórico, volumetrías de escaso espesor, tal como las que presentan en la realidad tridimensional, los relieves realizados a partir de 1945.
Con estos trabajos –relieves y objetos que la acercaron a la escultura que tanto la atraía– participó en aquellas muestras de conjunto que