entre las que prevalecen las triangulares y romboidales, provocando con estos recursos un virtual y creciente dinamismo.
Esta última tipología se aprecia también en el modo que Yente eligió para elaborar las ilustraciones de su libro La batuta mágica, también de ese año. En él –una réplica al Aprendiz de brujo de Dukas, creada bajo la impresión que le causara la actuación del precoz director de orquesta Pierino Gamba– utilizó triángulos y trapezoides para construir tanto a los personajes –el mago y el niño– como los escenarios –el castillo– y la parafernalia involucrada en las escenas de encantamiento. Algunos detalles más explícitamente figurativos completan la fisonomía del protagonista, pero en general todo está resuelto con estos limitados recursos, sin embargo ricos en sugerencia de movimiento y variedad cromática.
Como en estos dibujos, la artista utilizó en esta segunda mitad de la década, lápices acuarelables para efectuar un gran número de abstracciones geométricas –también los empleó para obras figurativas–, ya sea diluyendo los pigmentos y logrando lavados planos, o dejando las texturas resultantes de los grafismos. Como en el tratamiento de otras técnicas o por la rugosidad de superficies como la del celotex, la artista valoró siempre las cualidades plásticas que los materiales podían ofrecerle, dimensión que, como a Del Prete, también la diferenció de los artistas concretos, partidarios de una factura sobria y anónima.