y más tarde en La vorágine de la serie Un gusano como tantos (1963). Pero no ha de pensarse que Yente abandonó la geometría de una vez y para siempre. Toda disposición rítmica, aunque sea de elementos orgánicos, tiene su base en ella.
Por el contrario, fue subvirtiéndola poco a poco. Organizados sobre ejes oblicuos plasmó una serie de paisajes de Reta, playa del sur de la provincia de Buenos Aires donde la pareja veraneaba. Realizados en 1951 en pequeño formato, triángulos y trapezoides dividen las superficies y se contaminan con breves toques que sugieren follajes, pastizales, olas o nubes. Con estos recursos y respetando el color local –verdes para lo vegetal, ocres y pardos para arena y tierra, azules para agua y cielo–, la artista insistió en una mixtura entre geometría y figuración, recurrente en su trabajo. En algunas de estas piezas, construidas solo por rectas, el paisaje se hace presente en las resonancias sugeridas por el color y los títulos: Los médanos, Reta y Reta. Mar y médanos.
La geometría también aparece, pero mitigada, en Abstracción en azul y verde de 1950. La perpendicularidad de los planos cromáticos rectangulares que parcelan su superficie es perturbada por leves desvíos, por contornos ligeramente irregulares que presentan las imperfecciones del trazo a mano alzada y por la impronta personal cuyas huellas quedan registradas en una materia cada vez más densa.