consideraciones sobre las relaciones humanas –La caccia (1967). En estos fotomontajes, expuestos en Van Riel en 1968, bajo el título de Turistas en Italia, añadió a las series anteriores, exhibidas en Recuerdos de Italia (Witcomb, 1964) y Ciudades de Italia (Van Riel, 1965), no solo nuevos recursos –fragmentación y recomposición de imágenes–, sino también la introducción de comentarios sociales que examinan una situación, donde la condición de las mujeres, parece central.
Si en los conjuntos anteriores predominó una evocación melancólica, mezcla de lirismo y suvenir –Viejos muros. Génova, Arcos ojivales (1964)–, fuera por la interiorización del entorno o por cómo estaban tratadas las visiones de los diversos recorridos, en las obras de 1967 y 1968 se experimenta una perentoria actualidad que se vuelve insoslayable. La figura humana irrumpe en ellas para contrastar con su flamante aspecto –atuendos, peinados y maquillaje– y sus desenfadadas actitudes con las antiguas y eternas perspectivas de las ciudades italianas, tal como puede verse en Serie Turistas en Italia de 1967. Hay algo de ajenidad en su abordaje: la del punto de vista del viajero situado a cierta distancia. Pero su tono analítico no se condice con esa mirada global, apurada y algo superficial que puede achacársele al turista, sino que tiene más bien las características que Baudelaire atribuyó al flâneur, paseante de la gran ciudad, inmerso en la multitud, que tiene la capacidad de “[...] ver el mundo,