– En esa época muchos argentinos estuvieron en el taller de Lothe [sic].
– En el lapso de esos años saqué dos veces el primer premio en dibujo, una vez en Valparaíso y otra en Viña del Mar. Gasmuri fue inteligente porque no me daba demasiadas indicaciones, en el sentido de querer llevarme hacia una forma específica de pintura. Por otro lado, yo estaba bastante formada. También estaba muy al tanto del movimiento plástico de la Argentina; en aquella época la Facultad de Filosofía y Letras estaba cerca de la calle Florida y al salir de clase me iba a Amigos del Arte (que hoy es Van Riel), a recorrer galerías. Conocía muy bien a Butler, a Bigatti, a Basaldúa, a Raquel Forner...
– ¿Todavía no había hecho ninguna exposición?
– No, todavía no. Hacía poco había vuelto de Chile cuando […] me encontré con el pintor Arancibia, que me dijo: “Voy a la inauguración de Del Prete, en Sur. ¿Por qué no me acompaña?”. Lo acompañé. Aquella muestra no tenía nada que ver con lo que yo conocía de Del Prete. Eran unos cuadros chicos en témpera, era algo entre surrealista y abstracto, con unos colores espléndidos. Del Prete estaba en la sala y yo estaba con Pizarro (sic., se refiere a Víctor Pissarro) y Arancibia y él se presentó.[…] Esto sucedió en diciembre de 1935. Para mí fue un acontecimiento fundamental: era la primera vez que entraba en contacto con la obra de un creador. Y sobre todo con una gran libertad en la creación, una libertad que constituyó una revelación para mí. […]
– ¿Cuál fue su época de mayor intensidad creadora?