(interno). Atraviesa los dogmatismos con una independencia que le trajo problemas con los ultraconcretos. Yente, como Del Prete, no sólo cruzaba según sus necesidades expresivas, formales y técnicas de una tendencia a la otra, sino que iba y volvía de la figuración a la no figuración. Por otra parte, la “respiración” de su obra, que muchas veces exhibe las vacilaciones del pulso entre otras huellas del contacto manual, revela una presencia del cuerpo que desde la perspectiva de cierto rigorismo dogmático era considerado una malversación o tal vez un desvío sentimental.
[…] Durante los años cincuenta la artista realiza una serie de tapices donde felizmente también hay señales de su heterodoxia: lanas e hilos bordados y también pintura. Y de allí también pasó a una versión personal del informalismo que se imponía, bordando manchas y chorreaduras. Si el informalismo propugnaba el aquí y ahora de una gestualidad expresiva y desbordante, Yente hacía mediar ese postulado con la lenta trama de la costura. “En un juego de simulaciones y con colores vivos sobre fondos blancos –escribe la curadora en el catálogo– trabajados con pinceladas evidentes, rompió con toda la carga dramática y existencial de la ortodoxia informal, para brindar esta versión gozosa y declaradamente subversiva de la pintura gestual, que para colmo de males ejecutaba con una técnica muy vinculada a las labores domésticas”.