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Breves biografías
 
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Arte
de acción
por
Rodrigo Alonso
Octubre de 2011
Referencia bibliográfica para este dossier
 
 
A mediados del siglo XX surge el arte de acción, donde la participación directa de artistas y público, involucra al cuerpo desde lo individual para proyectarlo en lo social. Rodrigo Alonso recorre su historia en la Argentina, desde sus comienzos a nuestros días, señalando sus hitos, principales cultores, y evaluando su importancia en las expresiones estéticas contemporáneas.
 
Introducción | Historia | Artistas y obras | Bibliografía
 
1. Antecedentes
2. Trascender los límites del arte
3. Diálogo con la realidad social
 
4. Retorno a la democracia
5. Un espacio para la diversidad
 
 
Los últimos años de la dictadura
La dictadura militar que se inicia en 1976 es particularmente violenta y censuradora de las expresiones públicas. Las reuniones masivas están prohibidas y la producción artística es observada con sospecha. El exilio marca la vida de intelectuales y creadores con ideas políticas perseguidas por el régimen o defensores de la libertad de expresión. En este contexto, las performances y propuestas participativas se ven particularmente perjudicadas. Sin embargo, hacia finales de la década de 1970 comienzan a evidenciarse algunos signos del resurgimiento del arte de acción que se intensifican en los comienzos de la década siguiente, todavía bajo el gobierno de facto.
 
Grupo Cucaño
Grupo Cucaño
Grupo Cucaño
 
El grupo Cucaño toma el bar El Cairo por asalto
El grupo Cucaño toma el bar El Cairo por asalto
En 1979 se forma en Rosario el grupo Cucaño, un colectivo interdisciplinario y experimental de vocación surrealista, que se plantea la creación en términos vanguardistas y revolucionarios. En sus inicios está compuesto por integrantes que son bautizados en una suerte de rito de iniciación como: Anuro Gauna (Guillermo Giampietro), Pepito Esquizo (Carlos Ghioldi), Pandora (Graciela Simeoni), McPhantom (Miguel Bugni), Lechuguino Maco (Guillermo Ghioldi) y el Marinero Turco (Daniel Canale). Si bien no esgrime una filiación política definida, su intención de trastocar la cotidianidad mediante intervenciones radicales en su funcionamiento, cuestiona los esfuerzos del gobierno por implantar y mantener un orden social estricto. Su primera presentación pública se produce durante un recital en la sala Pau Casals de su ciudad de origen, donde agitan la consigna “Romper con la cultura”.
La consolidación de sus ideas toma cuerpo en el Manifiesto Cucaño, que entre otras cosas, declara:
CUCAÑO: Entidad constituida en forma insólita e irreversible con fines que van más allá de lo tolerable, encara para Ud. la siguiente propuesta: ¿Qué es el arte, cuando se lo encierra en los cánones de lo comercial e intrascendente y se lo obliga a transformarse en una necesidad grotesca y aparentemente insana? Es un costumbrismo decadente y asociado a una necesidad inconforme con los requisitos de los distintos sectores sociales. […] Bregamos por un arte de participación colectiva que enfoque las urgencias de un pueblo, hastiado por un inculcamiento masivo. Ante esta situación caótica, que ha tomado proporciones considerables, nosotros, un grupo de experimentación e investigación, y además integral, ya que abarcamos varias disciplinas, trataremos en la medida de nuestras posibilidades, transmitirte e inyectarte el virus de la movilización y la participación […]”. Nota 1
En su corta existencia, el grupo realiza intervenciones en la calle y otros espacios públicos. Una de ellas toma como objetivo una iglesia durante la celebración de una misa dominical. Ana Longoni la relata de esta forma: “Varios integrantes del grupo se mezclaron entre los fieles y cuando el rito católico había comenzado, uno de ellos sacó sus largavistas y apuntó con él hacia el sacerdote, otro empezó a pedir limosna a gritos paseándose en silla de ruedas por la iglesia, uno más dejó escuchar a quien quisiera oírlo una detallada confesión sobre sus frecuentes masturbaciones y un último cucaño –al recibir la hostia en comunión– vomitó sobre el cura”. Nota 2
Desde sus inicios, el colectivo establece vínculos con otros grupos de investigación interdisciplinaria. Así entra en contacto con el Taller de Investigaciones Teatrales de Buenos Aires y el Taller de Investigación Teatral “Viajeros sin pasaporte” de San Pablo, Brasil. En un viaje a esta ciudad en 1981 realiza una acción que tiene consecuencias inesperadas: los cucaño compran comida en los carritos de una plaza e inmediatamente después de ingerirla se tiran al suelo como si estuvieran muertos. Los paseantes, enfurecidos, comienzan a destruir los carritos y los integrantes del grupo son arrestados y deportados del país por propagar mala información e inducir a la destrucción de la propiedad privada. En otra ocasión, son acusados de apología del suicidio cuando uno de ellos simula querer arrojarse al vacío desde un balcón. Hacia 1982 el colectivo inicia su desintegración, que culmina en 1984 cuando la mayoría de sus miembros se vuelcan hacia la política.
 
Estos años son particularmente intensos para la actividad política en la Argentina. Tras la derrota en la Guerra de las Malvinas (1982), y ante la notable crisis económica, el gobierno militar de Leopoldo Fortunato Galtieri no puede sostener su autoridad y la gente gana terreno con sus pedidos de democracia y justicia social. Ya en 1980, las Madres de Plaza de Mayo empiezan a reclamar su espacio frente a la Casa de Gobierno; al año siguiente, lo toman con la realización de la primera Marcha de la Resistencia, en la que se apropian de la Plaza durante 24 horas. Ese mismo año, los movimientos de trabajadores se unen en las primeras huelgas generales efectuadas en dictadura. Nora 3
 
Teatro Picadero
Teatro Picadero
Teatro Picadero luego del incendio
Teatro Picadero luego del incendio
En el terreno artístico, la fundación del Movimiento Teatro Abierto en 1981 irrumpe como un espacio de resistencia creadora manifiesta, en pleno régimen militar. Lo integran los dramaturgos Osvaldo Dragún y Roberto Cossa y los actores Jorge Rivera López, Luis Brandoni y Pepe Soriano, con el apoyo del escritor Ernesto Sábato y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. El movimiento organiza obras teatrales con el objetivo de activar el pensamiento y la conciencia, y es particularmente influyente en la aparición de otras iniciativas similares, como Danza Abierta, Música Siempre o Poesía Abierta.
Las presentaciones de Teatro Abierto comienzan en el Teatro del Picadero, que es incendiado una semana después del estreno. Pero lejos de amedrentarse, sus organizadores mudan el ciclo al Teatro Tabarís donde continúa con un enorme éxito de público. La experiencia se repite hasta 1985 cuando deciden que, en democracia, los objetivos que habían dado vida al proyecto se han diluido. En 1983, en medio de la transición hacia el posible restablecimiento de las elecciones presidenciales, Teatro Abierto toma la calle con un desfile multitudinario y una procesión de murgas que reclaman la anulación de la censura y la restitución de la normalidad política.
 
Omar Chabán en La Zona
Omar Chabán
en La Zona
 
Loc-Son en La Zona
Loc-Son
en La Zona
 
Trilnik, Garófalo y Prior en La Zona
Trilnik, Garófalo y Prior
en La Zona
 
Omar Chabán y Katja Aleman en Einstein
Omar Chabán y Katja Aleman en Einstein
Más austero, el circuito de las artes visuales renace casi en simultáneo. En 1981, el pintor Rafael Bueno organiza los encuentros del Café Nexor en su casa –reuniones de artistas y amigos para comentar el arte y la política del momento– a los que suma luego un espacio en la planta baja del edificio que habita, que bautiza La Zona. Allí se expanden los encuentros del Café Nexor, se montan exposiciones y se realizan performances de Omar Chabán, Las Inalámbricas y Los Helicópteros, entre otras presentaciones.
Lentamente, y a pesar de las restricciones, se va recuperando el espíritu comunitario, que encuentra otro espacio con la apertura del Café Einstein en 1982. La posibilidad de un retorno al sistema democrático levanta los ánimos aún más, reactivando un circuito artístico silenciado. En el marco de la muestra Expresiones (1983), organizada por Laura Buccellato y Carlos Espartaco en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Guillermo Kuitca realiza Besos Brujos, una performance inspirada en la película y la canción homónimas de Libertad Lamarque, compuesta por una serie de encadenados eventos absurdos.
 
El siluetazo
 
El siluetazo
 
El siluetazo
El siluetazo, 1983
 
El siluetazo
El siluetazo, 1983
El siluetazo
El siluetazo, 1983
Pero el acontecimiento más destacado, por su naturaleza artístico-política, su impacto social y su propagación mediática, es sin lugar a dudas la acción civil realizada el 21 de septiembre de 1983 en el marco de la Tercera Marcha de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, que se conoce con el nombre de El Siluetazo. Nota 4
La idea parte de tres artistas, Roberto Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel, quienes se presentan a las Madres con la propuesta de crear “30.000 imágenes de figuras humanas a tamaño natural realizadas por todas las entidades y militantes de distintos sectores que coincidan en reclamar por los derechos humanos”. Nota 5 El proyecto es aceptado con algunas observaciones: que las siluetas sean anónimas, que no incluyan consignas políticas y que siempre estén de pie, para evitar cualquier identificación con la muerte.
En el origen se prevé que los colaboradores lleven la silueta a la marcha y que allí la adhieran a una superficie disponible. Pero algunos llevan papel y pintura y las realizan en medio de la manifestación. Para ello, trabajan junto a otra persona que pone su cuerpo para que sea contorneado. Durante la ejecución surgen espontáneamente consignas que son pintadas en el interior de las figuras, como “juicio y castigo”, “aparición con vida” o “¿dónde están?”. También se delinean algunos rasgos, como ojos o bocas, y se perfilan características de los cuerpos, como si pertenecen a un hombre, un niño, una mujer embarazada, etc.
Confeccionadas las siluetas, se las monta sobre muros, enrejados, árboles o cualquier otra superficie, de forma de insuflarles vitalidad. La enorme cantidad que puebla la Plaza de Mayo y sus alrededores llama la atención inmediata de la prensa y la policía, que en algunos casos intenta retirarlas. Sin embargo, la sucesión de las formas humanas dispersas a lo largo del centro porteño queda como una imagen imborrable en la mente de los manifestantes y en las fotografías que se reproducen en los medios de comunicación.
 
La euforia democrática
El 30 de octubre de 1983, Raúl Alfonsín es elegido presidente de los argentinos en elecciones libres luego de siete años de suspensión democrática. El triunfo corona una campaña política vibrante, con manifestaciones multitudinarias que devuelven a la gente el derecho a la expresión pública sin restricciones. La ciudad comienza a cubrirse de graffiti mientras las escuelas y universidades se pueblan de carteles, volantes, asambleas y consignas. Todo parece posible y al alcance de la mano. La sensación de que la democracia permite pensar, proyectar, decir y hacer casi cualquier cosa se propaga con rapidez.
En el mundo del arte florece la misma impresión. Por todas partes surgen teatros, galerías, centros culturales y otros espacios de encuentro. Los artistas participan masivamente en convocatorias y premios, muchos de ellos en homenaje al sistema político recién recuperado. Hay un ansia por reocupar los sitios neutralizados por la censura, pero también, un fuerte impulso por erigir otros nuevos que favorezcan la aparición de la creación más actual. En este contexto surgen las Bienales de Arte Joven realizadas en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires –actualmente denominado Centro Cultural Recoleta– y otras iniciativas similares tendientes a promover la producción emergente.
 
Barea y Vivi Tellas en Actos de pasión
Batato Barea y Vivi Tellas en Actos de pasión, 1986
Los Melli
Los Melli
Distintivo de Lavarte
Muestra Lavarte, 1985
No obstante, el ámbito de mayor efervescencia en estos años es sin lugar a dudas la escena underground, en especial los teatros y las discotecas, como si lo primero que hubiera que liberar fuera el cuerpo. De allí surgen un gran número de intérpretes y grupos experimentales que basan su trabajo en la espontaneidad y la performance, como Batato Barea, Alejandro Tortonese, Humberto Urdapilleta, Las Bay Biscuit, Las Inalámbricas, Los Peinados Yoli, el Clú del Claun, Los Melli, Las Gambas al Ajillo, Vivi Tellas, Fernando Noy y Los Macocos, entre muchos otros. Hasta los actores consagrados –como Antonio Gasalla– se nutren de este ambiente efervescente que concentra una creatividad y una energía sin igual.
El underground es un espacio de cruces, donde coinciden artistas provenientes de todas las disciplinas. Allí no es clara ni pertinente la diferencia entre un actor, un músico o un pintor, los que con frecuencia intercambian sus roles. Hay lugares que los convocan, como el Centro Cultural Ricardo Rojas, el Café Einstein, las discotecas Cemento y Paladium, el Parakultural, o Mediomundo Varieté, y más tarde, el bar Bolivia, The Age of Communication y El Dorado. Pero también son frecuentes los encuentros en fiestas en domicilios privados o en cualquier otro ámbito convertido momentáneamente en lugar de expresión. En 1985, por ejemplo, la artista Liliana Maresca organiza una exposición en un lavadero automático de ropa (Lavarte).
 
Elenco de Gasalla en Terapia Intensiva
Elenco de Gasalla en Terapia intensiva, 1984
Barea es el último a la izquierda
Batato Barea en Arturo
Batato Barea en Arturo, primer espectáculo del Clú del Claun, 1986
Svartz y Barea. Tomando el té con Batato
Marcia Schvartz
Tomando el té con Batato, 1990
Los ochenta están marcados por algunas figuras singulares. Batato Barea es una de ellas. Proveniente del mundo del teatro, de inmediato entabla relaciones con artistas plásticos, poetas y músicos. Sus espectáculos son una mezcla de dramaturgia, clown, improvisación, recitado de poemas y varietés, y están compuestos por un collage de fuentes de la más diversa procedencia reunidos a la manera de un pastiche. Otra de sus líneas de trabajo frecuentes es la performance, que realiza en sitios tan dispares como Cemento, el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, el Parakultural, Palladium, el Canal 7 de televisión, el Foro Gandhi –una sala de espectáculos anexa a una librería– o la Sociedad de Fomento Juan XXIII de La Matanza. Entre ellas, puede destacarse la que acompaña la instalación Tomando el té con Batato (1990), de la pintora Marcia Schvartz, presentada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Barea integra grupos como El Clú del Clown o Los Peinados Yoli, pero se destaca como un creador personal en recordadas piezas solistas como Los perros comen huesos (Parakultural, 1986), Irremediablemente, una intensa tragedia iraní (Centro Cultural Ricardo Rojas, 1987), Cuando una gorda recita [Suspiro Toledo del Congo Belga] (Café Mozart, 1988), o en obras en colaboración como María Julia, la carancha, una dama sin límites (1991), su último espectáculo, junto a Alejandro Tortonese y Humberto Urdapilleta. Una parte central de su personalidad reside en su apariencia física trans, ni masculina ni femenina, que da visibilidad –no sin dificultades– a una comunidad genérica negada por la sociedad.
 
Maresca y Furgiuele. La rueda de la fortuna
 
Maresca y Bairon. Tiro al blanco
 
Maresca y Furgiuele. Máquina Inyeratriche
 
Maresca. Afrodita
Cuatro "puestos" de La Kermesse. El paraíso de las bestias, 1986
 
Maresca. Maresca se entrega todo destino
Maresca se entrega todo destino, 1993
Maresca. Imagen pública - Altas esferas, fotoperformance
Liliana Maresca. Fotografía para Imagen publica - Altas esferas,
1993
Liliana Maresca es otra figura clave de este período, no sólo por su producción artística sino también por su capacidad para aglutinar las energías y voluntades estéticas de sus colegas y amigos. Con frecuencia organiza encuentros y exposiciones como Una bufanda para la ciudad de Buenos Aires (Galería Adriana Indik, 1985, junto a Ezequiel Furgiuele), La kermese, el paraíso de las bestias (Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, 1986) o La conquista. 500 años. 40 artistas (Centro Cultural Recoleta, 1991). La primera involucra la participación del público en la construcción de una bufanda sin límites a partir de cualquier tipo de material a disposición; la segunda, consiste en una feria de atracciones a la manera de una kermés tradicional en la que la gente puede divertirse y jugar.
En el ámbito de las acciones, es particularmente clave la fotoperformance Maresca se entrega todo destino (1993), publicada en la revista El libertino, en la que se exhibe desnuda e incitante junto a su número telefónico con el fin de promover los llamados de los lectores y la continuidad de la propuesta más allá de las páginas gráficas. Ese mismo año posa desnuda para la invitación de la instalación Imagen pública – Altas esferas (1993), jugando con la posible asociación de los rostros de la política que saturan el espacio instalado y el tópico de la “mujer pública”. En ambos casos, la desnudez no explota tanto el carácter sexual como la provocación entendida como una estrategia para promover una respuesta o una reflexión.
 
De Loof. Pieles maravillosas
Sergio De Loof
Pieles maravillosas, 1990
De Loof. Haute Thrash
Sergio De Loof
Haute Thrash,
1993
Como impulsor de la bohemia nocturna, artista visual y diseñador de vestuario, Sergio de Loof se transforma en una suerte de paradigma del under porteño. Los espacios aglutinantes más recordados de los ochenta y noventa llevan su firma: Bolivia, El Dorado, Morocco, Ave Porco, entre muchos otros. Ellos reúnen la intelectualidad y el esnobismo, lo nuevo y lo retro, la vanguardia y el kitsch, transformándose en lugares de sociabilidad y contagio para creadores y artistas de las más variadas disciplinas. En cuanto a su participación en la historia del arte de acción argentino, deben destacarse principalmente sus desfiles de moda con ropa realizada con materiales de desecho y de baja calidad, como Latina Winter by Cotolengo Fashion (1989) o Pieles maravillosas (1990), y el que tiene por protagonistas a un grupo de indigentes, Los Harapos de la Realité de la Machine de la Couture (1993) en el Centro Cultural Recoleta.
Arturo Carrera y Emeterio Cerro, dos poetas embarcados en el cruce de disciplinas, crean la compañía de títeres El Escándalo de la Serpentina en 1983. Con ella producen un espectáculo en el Café Einstein titulado Las berninas (1984), en simultáneo con una exposición retrospectiva de la obra de Antonio Berni en el Museo Nacional de Bellas Artes. Los títeres y decorados son realizados por Guillermo Kuitca, Juan José Cambre, Eduardo Stupía, Fabián Marcaccio, Marcia Schvartz y Alfredo Prior, entre otros, y están inspirados en las situaciones y los personajes de Berni. Estos se disponen en pequeños teatros portátiles, acarreados por los titiriteros, donde se representan acontecimientos absurdos y desopilantes que reflexionan sobre el arte y la experiencia estética. Poco después, la compañía se presenta en el espacio Krass de Rosario, y al año siguiente, en la galería Arte Nuevo con el espectáculo Almorranas (1984).
 
Grupo La Negra
La Negra
El chanchazo, 1985
La Negra. La procesión papal
La Negra. La procesión papal, 1985
La Organización Negra. UORC
La Organización Negra
UORC, 1986
En 1984, un grupo de alumnos de la Escuela Nacional de Arte Dramático crea La Negra (luego, la Organización Negra), un colectivo de arte experimental que comienza su actividad con intervenciones callejeras. Algunos de sus integrantes asisten a la presentación de la Fura dels Baus en el Primer Festival Latinoamericano realizado en la ciudad de Córdoba ese mismo año y quedan particularmente interesados en sus acciones de alto impacto, que transmiten al resto de la agrupación. Sin embargo, La Negra evita los ámbitos escénicos y ubica su centro de actividades en las calles y de manera imprevista.
Inicialmente conformado por Manuel Hermelo, Pichón Baldinú, Alfredo Visciglio, Diqui James, Enrique Calissano, Fabio D’Aquila, Daniel Conde, José Glauco, Gaby Kerpel, Fernando Dopazo, sus primeras acciones son simulacros de fusilamientos, vómitos, urgencias médicas y canto de villancicos en medio de transeúntes azorados que devienen espectadores involuntarios de sus propuestas. En La procesión papal (1985), por ejemplo, los integrantes del grupo, vestidos y maquillados como seres de un supuesto mundo posnuclear, caminan por la calle Florida, rompen vidrios, arrojan talco a los pasantes y se dan a la fuga.
Más tarde realizan sus intervenciones en espacios cerrados, pero siempre evitando la escena. En 1986 presentan UORC, Teatro de operaciones en la discoteca Cemento, con gran éxito. La pieza se ejecuta en medio de los asistentes y se adapta a sus reacciones. Poco después incorporan la acrobacia. En 1989, estrenan La tirolesa en el Centro Cultural Recoleta, un evento performático en el que los integrantes de la Organización Negra caen desde diferentes alturas e interactúan con dos cerdos. Ese mismo año realizan La tirolesa – Obelisco, un espectáculo monumental en el que caminan sobre el mayor símbolo porteño suspendidos desde las alturas, utilizan agua y fuego, y son observados por una multitud de curiosos congregados alrededor de la Plaza de la República.
 
Minujín. El Partenón de libros
Marta Minujín
El Partenón de libros
1983
Minujín. El obelisco de pan dulce
Marta Minujín
El obelisco de pan dulce
1979
En estos mismos años, Marta Minujín crea una serie de piezas monumentales que incorporan un momento de participación pública. En 1983 erige un Partenón de libros en la Avenida 9 de Julio como homenaje a la democracia recién recuperada. La pieza está compuesta por una arquitectura tubular recubierta de libros prohibidos durante la dictadura. Finalizada su exhibición, éstos son entregados a la gente reunida en el lugar que presencia la desaparición de la obra.
El Partenón de libros retoma la estructura pública y participativa de una producción anterior, el Obelisco de pan dulce (1979), que había tenido gran repercusión en la II Feria de las Naciones. Esta obra pertenece a una serie que la artista denomina “arte comestible”, y que se continúa a lo largo de los años ochenta aunque en escalas diferentes. A ella pertenecen también La Venus de queso (1981) y la Estatua de la libertad de frutillas (1985), entre otras, esculturas recubiertas con los alimentos referidos en los títulos que el público devora ávidamente durante la inauguración.
Minujín vuelve a utilizar los alimentos, pero en un sentido diferente, en su Pago de la deuda externa argentina con choclos (1985), una fotoperformance en la que la artista entrega mazorcas de maíz a Andy Warhol en tanto representante de los países desarrollados con los que la Argentina está en deuda. Años más tarde, realiza una performance similar con la doble de Margareth Thatcher, en la que los choclos buscan exorcizar una situación más dolorosa, la del conflicto de las Islas Malvinas (Solving the International Conflict with Art and Corn, 1996).
 
 
Minujín. Pago de la deuda externa a Andy Warhol (con choclos, el oro latinoamericano)
 
Minujín. Pago de la deuda externa a Andy Warhol (con choclos, el oro latinoamericano)
 
Marta Minujín. Pago de la deuda externa a Andy Warhol (con choclos, el oro latinoamericano), 1985
 
imagen
Grupo GAS-TAR
Cuarta marcha de la resistencia, 1984
Aún en plena euforia democrática, las tensiones sociales y políticas no abandonan la producción artística. A lo largo de los ochenta el grupo GAS-TAR (Grupo de Artistas Socialistas – Taller de Arte Revolucionario), que luego se transforma en CAPATACO (Colectivo de Arte Participativo Tarifa Común), integrado, entre otros, por Fernando Bedoya, Emei (Mercedes Idoyaga), José Luis Meirás, Daniel Sanjurjo, Fernando Amengual, realiza acciones callejeras con “afiches participativos” (impresiones gráficas que la gente puede intervenir). En 1985 y 1986 organiza la manifestación Velas x Chile, en la que encienden velas en los alrededores del Obelisco en repudio a la dictadura pinochetista. Algunos años más tarde, indignados por la masacre de Tiananmen, encabezan una travesía en bicicleta por Buenos Aires (Bicicletas a la China, 1989) como expresión de concienciación pública.
 
Entre 1986 y 1988, el Grupo de Denuncia Feminista conformado por Ilse Fuskova, Josefina Quesada y Adriana Carrasco, actúa en las calles de Buenos Aires con el fin de llamar la atención de la gente sobre los problemas que aquejan a las mujeres. Para aumentar la visibilidad de sus acciones se ubican en la calle Florida, frente a la salida de los cines: “Nos parábamos con las manos en alto haciendo el signo feminista –recuerda Ilse Fuskova– y con carteles con leyendas como «La violación es tortura» o «La mujer es la única dueña de su fertilidad» [...] Esos y otros lemas irritantes provocaban la discusión entre la gente que nos miraba con sorpresa. Cada sábado a la noche nos veían unas mil personas. Gasto mínimo y cuestionamiento interesante, ese era nuestro objetivo”. En otra oportunidad, durante la inauguración de la exposición Mitominas II. Los mitos de la sangre (1988) en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Fuskova y Susana Muñoz reparten canapés compuestos por un tampón sobre una hoja de lechuga, en un acto de repudio por el cuestionamiento a la obra fotográfica lésbica de la primera.
 
Escombros. Pancartas I
Grupo Escombros
Pancartas I, 1998
Escombros. Arte en las ruinas
Grupo Escombros
Arte en las ruinas, 1989
Escombros. Ciudad del arte
Grupo Escombros
Ciudad del arte, 1989
Escombros. Agua S.O.S.
Grupo Escombros
Agua S.O.S., 1990
Escombros. Crimen seriado
Grupo Escombros
Crimen seriado, 1995
Escombros. Limpieza de un basural
Grupo Escombros
Limpieza de un basural
1995
Hacia finales de la década, en medio de la hiperinflación de los últimos años del gobierno de Alfonsín y en el preludio del menemismo, se gesta el grupo Escombros, “artistas de lo que queda”, integrado por creadores de la ciudad de La Plata como Luis Pazos, Héctor Puppo, Horacio D’Alessandro, David Edward, Juan Carlos Romero y Teresa Volco.
Su primera acción consiste en una manifestación callejera con fotografías que muestran a personas abandonadas en entornos naturales y semiurbanos (Pancartas I, 1988). Al año siguiente inauguran el Centro Cultural Escombros en una calera dinamitada de Ringuelet, cerca de La Plata, con la muestra Arte en las ruinas (1989), para la cual convocan a los artistas con la siguiente propuesta: “Generamos nuestra propia institución. Una institución donde ningún artista necesita presentar el curriculum para ser parte de ella. En el Centro Cultural Escombros, un artista, reconocido o no, puede realizar su centésima exposición o la primera. La única tarjeta de presentación es su voluntad de crear, su capacidad de imaginar, su decisión de ejercer la libertad. Una institución que nacerá y morirá ese mismo día”.
Al finalizar el año fundan la Ciudad del arte (1989) en una cantera abandonada de Hernández, en las cercanías de la Ciudad de La Plata. El objetivo es crear un ámbito de expresión libre en el que confluyan todas las disciplinas, sin curadores ni revisores. Para esto, dividen el espacio en parcelas que se entregan por orden de llegada. La organización, grupal y descentrada, evita todo marco institucional o coercitivo que regule las actividades del encuentro. El lugar elegido es una zona industrial desactivada, un resto social improductivo; sin embargo, con su intervención, el grupo recupera su productividad pero ahora en otro terreno, el artístico. Gran parte de los autores que responden a la convocatoria son ajenos al circuito institucional del arte, como también lo es el público asistente. Su importancia excede el campo estético, proyectándose en el comunitario.
En 1990, organizan junto a Greenpeace una jornada sobre reciclaje. En este marco, construyen una pirámide con residuos y embotellan agua del Riachuelo creando su primer “objeto de conciencia”, Agua S.O.S. (1990). Estos objetos buscan promover en el espectador una reflexión sobre problemas sociales que lo involucran. Ese mismo año participan de las XI Jornadas de la Crítica con la instalación performática Animal peligroso (1990), una jaula con un cartel que describe las características del artista latinoamericano, en cuyo interior los integrantes del grupo realizan grabados que regalan a los paseantes.
Gran parte de las actividades de Escombros no se realizan en instituciones artísticas. Incluso, muchas de ellas apenas pueden ser consideradas estéticas. En 1994, por ejemplo, entierran a un perro muerto abandonado en la Ruta 11 (Perro N.N.), según la consigna “Toda forma de vida tiene derechos”. Sin embargo, en un país atormentado por la memoria de treinta mil insepultos la acción no deja de tener repercusiones altamente significativas. En 1995, remueven los desechos de un basural (Limpieza de un basural), pintan una construcción destinada a funcionar como taller-escuela de un hogar para chicos de la calle, y organizan la acción de conciencia Crimen seriado, en la que convocan a la gente a intervenir sobre los árboles del bosque de La Plata con vendas ensangrentadas que llaman la atención sobre el descuido e incierto destino de ese lugar. En todas estas proposiciones, el Grupo Escombros pone a prueba los límites de aquello que puede ser considerado o no artístico, apostando por una producción cercana a la vida y las personas.
 
Filomía. Una boca...
Carlos Filomía
Una boca..., 1985
Desde finales de la década de 1980, Carlos Filomía alienta la acción ciudadana a través de afiches participativos. Actuando por lo general en el clima efervescente previo a las fechas electorales, diseña carteles con collages o dibujos similares a los de las historietas, que incluyen viñetas vacías para que la gente complete y que luego despliega en espacios públicos. En esos momentos especiales, donde las personas parecen necesitar vías para expresar su opinión sobre las acciones de gobierno y las promesas electorales, la ciudad se cubre de estas impresiones enigmáticas que incitan a la manifestación pública de las ideas. Los afiches se llenan entonces de críticas, bromas, insultos, reclamos, expresiones de indignación, impotencia, burla o dolor. La obra se transforma así en una vía para la liberación de fuerzas ocultas y reprimidas, un espacio de acceso público para quienes no suelen tenerlo, y un ámbito para la expresión anónima, sin censuras ni restricciones, que funciona como caja de resonancia del sentir social.