Bajo la influencia de la obra metafísica de Giorgio de Chirico, difundida en Francia por los surrealistas, realiza El torero calvo y Toledo y el religioso o El fraile. Su evolución se puede seguir en sus envíos al Salón Nacional: El puesto (1925), Sepúlveda (1926), La plaza de la aldea (1927) y Fraile (1928) testimonian el abandono del posimpresionismo de los paisajes argentinos reemplazado por elementos provenientes del cubismo, del expresionismo –moderados por la vuelta a las apariencias del “retorno al orden”–, o a través de aproximaciones surreales.
Viaja a Madrid y expone paisajes suburbanos, retratos de toreros y dibujos a lápiz y pluma en Casa Nancy. La prensa destaca su “culta predisposición y preferencia por lo moderno” y compara sus dibujos con los de Picasso. En esa ciudad, en El Ateneo, asiste a una conferencia de Filippo Tommaso Marinetti –líder futurista–, que le causa profunda impresión.
Participa en el Primer Salón de Pintura Moderna Argentina en Amigos del Arte, junto a Horacio Butler, Héctor Basaldúa, Aquiles Badi, Lino Enea Spilimbergo y Juan Del Prete.