En París frecuenta a André Breton, Marcel Duchamp, Tristán Tzara, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Paul Éluard en momentos previos a la publicación del Segundo Manifiesto Surrealista, que favorece la representación ilusionista, previniendo un posible esteticismo en que podría caer el método automático.
En esta época acompaña al escritor y pintor Max Jacob a un taller de litografías y, entusiasmado con la técnica, decide practicarla.
Traba amistad con el filósofo Henri Lefebvre –quien lo vincula con las ideas de izquierda– y con el poeta Louis Aragon. Abraza las tesis que favorecen el compromiso del arte con la revolución y con las luchas de liberación que sostiene Aragon. Junto a él integrará el movimiento Antiimperialista, en el que participan intelectuales y estudiantes asiáticos, africanos, latinoamericanos y franceses. En estos años lee a Freud, Lautréamont, Rimbaud, Gide y Proust.
En mayo expone en Amigos del Arte un conjunto de 15 obras, al mismo tiempo que en otra sala hace su primera exposición