entre cinco y diez hojas. O sea que, al pasar de las hojas, –las hojas como estaciones del vuelo– uno ve pasar el pájaro en el espacio y también el tiempo, desde que aparece hasta que desaparece de la vista; todo sobre el soporte concreto de las hojas quemadas de papel.
En seguida también me percato del efecto de la luz pasando a través de la silueta quemada del pájaro en el papel, veo que podía proyectarse sobre un muro, sobre otro papel, sobre la mano, y veo que la luz, así como pasó el fuego, pasa: la luz como pájaro. En ese momento también estaba trabajando con las escrituras quemadas y proyectadas sobre determinadas superficies, y con los fósforos, porque estaba obsesionado con el tema de las explosiones.
[…] Y también había hecho un objeto que era la explosión misma; un taco de madera quemado con una manija en la parte superior. Era como la medida en madera quemada del diámetro de la onda expansiva de una explosión, y tomándolo de la manija, como una valija, se podía llevar por la calle. Entonces, ¡imaginate, en pleno ‘78 o ‘79, yo sentía que llevaba una explosión por la calle!
E.S. - De manera que, de un modo u otro, el contexto político también ejercía sobre vos alguna influencia...