Mi lugar de procedencia, no sólo generacional sino en lo que involucra a mis amigos artistas, implica algo en común, una cosa orgánica, integral que, al margen de que cada uno estuviera haciendo cosas diferentes, era como naturalmente constitutivo. Y eso era el humor. Y eso se ha perdido. Desapareció.
[…] E.S. - […] Hablemos ahora un poco de tu obsesión con la Rayuela...
R.E. - Resulta que cada vez que viajaba afuera me llamaba la atención que siempre, estuviera en la casa de quién estuviera, en Europa y Estados Unidos, siempre me encontraba con el libro de Cortázar. Entonces se me ocurre la idea de un múltiple. Agarro una tablilla de pizarra y reproduzco la tapa de la primera edición argentina; esa de fondo negro con la rayuela en blanco. Enseguida me pongo a pensar variantes en aguada, de manera de aprovechar la simplicidad del dibujo en términos de luz y sombra. Y termino, en esta primera instancia, con una serie de treinta trabajos en relación al recorrido del juego y a la forma arquitectónica y lingüística de ese tablero con un montón de alusiones, y de cambios estructurales, como por ejemplo hacerle al típico tablero de rayuela una punta de cuchillo, cuando descubrí que la silueta de la rayuela es idéntica a la silueta del tumi, el cuchillo sacrificial. En el tumi el pomo del cuchillo es la cabeza del dios, y equivale al Cielo en el tablero de la rayuela.