La Fundación Klemm retoma la temporada con dos muestras de artistas jóvenes: Silvia Gai y Carolina Antoniadis.
La obra de Gai (Buenos Aires, 1959) dio una vuelta de tuerca hace unos años, cuando retomó el atávico oficio del crochet aprendido de su abuela.
La pintura practicada por mucho tiempo quedó atrás un día en que descubrió en el anuario de su habitación los bordados hechos a los 12 años.
“Esta es mi obra”, se dijo, y comenzó a bordar. Primero fueron órganos humanos sobre sábanas o almohadones. Desde hace unos tres años, Silvia pasó a la tridimensionalidad con trabajos en crochet, cocinados y mezclados con azúcar. Su aprendizaje en un laboratorio de anatomía patológica se unió a los tejidos, y de la conjunción nacieron extraños objetos, que eran a la vez un correlato de su autobiografía y una suerte de denuncia de la manipulación del cuerpo humano. En esta muestra, Gai se dejó llevar por la dinámica interna de su obra y se olvidó del tema. Las piezas ambiguas que surgieron en este nuevo intento, y a las que agrega carbón, son tenebrosas y hasta repulsivas. Tanto, que ella misma se asustaba de tenerlas en el taller. No por nada la muestra se llama Black Dream.