Un renovado entusiasmo anima a estos objetos, y la búsqueda de materiales se ha diversificado recalando en dominios tradicionalmente circunscritos al universo masculino. Para cubrir la necesidad de confeccionar soportes más resistentes –en vista del considerable aumento de tamaño de algunos de los objetos más recientes–, y procurando diversificar texturas, no sólo transita mercerías y casas de lanas, sino que además frecuenta ferreterías o negocios de provisión de materiales eléctricos, donde adquiere caños, cables, bobinas de filamentos metálicos y de plástico, o planchas de alambre tejido. Acaso sea este un intento de conciliación de opuestos, más probablemente un desafío y conquista de nuevos territorios, ganados a fuerza de sutil y poética elaboración.
Este proceso puede verse ya en una de las obras realizadas en 1999, en la que sobre retazos de malla metálica teje tanza transparente, conformando bulbos etéreos de aspecto gelatinoso, especie de cuentas de “aguas vivas”, unidas por unas cadenas de macramé azul oscuro. Extraña colonia que tal vez pudiera existir en lo más recóndito de las profundidades. [...]
Gai trabaja en los límites entre lo real y lo verosímil, ofreciendo a la mirada la representación poco más o menos naturalista de la estrella de mar y de la medusa, a la que añade el resto de la “fauna” que instala en la sala, y que es sólo producto de la confluencia de su imaginación y la experimentación con los materiales. La propuesta incita a “sumergirse” en el fantástico mundo de los invertebrados marinos, dejándose invadir por el placer visual que pueden producir.