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Los tejidos
de Silvia Gai
por
María Laura Rosa
Septiembre de 2014
Referencia bibliográfica para este dossier
 
 
Silvia Gai es una creadora que, desde los ‘90, ha empleado procedimientos propios de la tradición femenina, como las labores de aguja, con las que amplió los límites técnicos y significativos del arte textil. A lo largo de estas décadas bordados y tramas, desplegados en objetos e instalaciones, han jalonado una tarea analizada por María Laura Rosa desde la perspectiva de los estudios de género.
 
Introducción | Obras | Joyas | Antología crítica | Actividad artística | Bibliografía
Adriana Lauria. “El taller de Cloto” en Silvia Gai (catálogo exposición), Buenos Aires, Diana Lowestein Fine Arts, 2000, p. 7-11.
 
Pero ciertos detalles sugieren otras lecturas. El desmesurado tamaño de algunos de estos objetos parece advertir sobre las monstruosidades que pueden resultar de determinadas manipulaciones genéticas, tema central de uno de los más apasionantes y controvertidos debates actuales. Sin duda la artista plantea, como en otras ocasiones, los límites éticos de la operatoria científica. Para ello se erige ella misma en demiurgo, y remeda a la naturaleza, generando desde una unidad elemental, aquí constituida por el punto, un largo y paciente proceso de multiplicación, combinación y ensamblado.
Pone límite a su laboratorio creativo, disponiendo la instalación de sus especímenes en un simulacro de museo de ciencias naturales, del que esta exhibición podría ser una sala dedicada taxonómicamente a los cnidarios y equinodermos, familias de organismos multicelulares cuya característica común además de su dependencia y adaptación al agua, radica en el desarrollo de sistemas defensivos que operan mediante glándulas urticantes o cadenas de espinas. En ella se han dispuesto el enorme ejemplar de la estrella de mar disecado y el modelo reconstruido de medusa. Ambos casos provocan una doble ilusión: la vida, fingida, porque para llegar a un lugar que no recree las condiciones naturales, los ejemplares deben estar muertos, y la muerte, fingida también, porque estos no son más que objetos, sujetos de una mera representación.
 
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