La mutación de los cuerpos se expresa en su aspecto de degradación, cuando a partir de 1975 –época en el arte argentino de realismos revisitados– Norberto Gómez comienza a realizar sus volúmenes geométricos vulnerados por ablandamientos y disoluciones. Algunas veces el esqueleto queda en pie y en su interior se derrama la materia que lo hubiera constituido. En otras ocasiones el proceso jaquea algunos puntos de su estructura que bastan para desfigurarlo. Finalmente, algún sólido se abate sobre sí mismo como si se hubiera desinflado. Las formas elementales y las superficies pulidas y de colores metalizados, se vinculan con el Arte Minimal, del que estas piezas se convierten en crítica, poniendo en evidencia la caducidad de las modas estéticas, espejo de la fragilidad humana.