Obras realizadas en colaboración con algunos de sus amigos fotógrafos –Marcos López, Alejandro Kuropatwa y Adriana Miranda–, las fotoperformances de Maresca tienen la particularidad de intensificar la expresividad de las escenas con su presencia corporal. La artista interactúa con sus objetos, crea un relato extraordinario en un edificio penumbroso y abandonado, connota críticamente espacios institucionales –artísticos y políticos–, denunciando y desafiando sus límites, parangona prostitución con mercado de arte o entrecruza historia nacional y personal en el escenario ruinoso y melancólico de la Costanera Sur. La desnudez es uno de los recursos a los que apela, ya sea para provocar un continuo erótico-creativo con su obra, para excitar la visión deseante conduciendo por senderos inhabituales pero pertinentes, la reflexión sobre los mecanismos de circulación del arte (Maresca se entrega todo destino, 1993) o para mostrar a la vez la vulnerabilidad del cuerpo sin ropa –sin disfraz– y la impudicia exhibicionista de la sociedad mediática.