La orfebre fantástica
Maresca trabaja por un deseo, un impulso de figurar. Con modales faustos hacer figuras que son, ejemplares, rigurosas y aún punitivas (a saber, la envidia, el atravesado, perro ajusticiado entre sus títulos). [...]
Ascética por opción, minimalista por ética, se restringe a cierta imprescindible gobernabilidad, la de una orfebre fantástica. Maresca no escarba, holla ni eviscera las formas. Entre los fulgores de una épica melancólica, halla. Engarza, pule, aquilata.