según cita Fray Bartolomé de las Casas en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. Ese dios era el oro.
A partir de estos elementos Liliana Maresca establece relaciones geométricas y matemáticas con la historia y con los mitos para la construcción de su obra. Una pirámide truncada, que se convierte en un elocuente lingote rojo –en una brutal ecuación que mide los centímetros cúbicos de sangre de indio derramada en proporción con los kilos de oro obtenidos– sostiene las dos figuras antagónicas, la tierra redonda y la cuadrada. Un trono que alude al poder y una computadora, que como un nuevo espejito, imprime datos sobre la muestra y estadísticas de muertes y robos ancestrales.
Como escribió Colón: “del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en el mundo y llega a que echa las ánimas al Paraíso”.