asociaciones formales que despiertan. Al completarlas con piezas de bronce, la artista les marca un destino definitivo.
En el otro extremo, perturbadores féretros de cremación (Wotan-Vulcano, 1991) tratan con desolación y crudeza el tema de la muerte. De la misma manera los libros desencuadernados para Ouroboros (1991), el carrito de cartonero con su carga de desperdicios para la instalación Recolecta (1990), son objetos tomados de la realidad circundante para señalar un intelectualismo anquilosado o la marginación social. La purificación por el fuego de su serpiente de libros o la transmutación de los carritos en monumento blanco o en objetos de oro y plata superan la mera denuncia. Allí el arte exhibe su poder de transfiguración que en muchos casos Maresca representa con operaciones rituales o alquímicas. [...]