Por otro lado al vincularse a sí misma consignando su teléfono personal, Maresca señala la situación problemática del artista como productor de objetos. Éstos debiendo trascender su valor de mercado e instaurar contenidos que se inscriben en un universo espiritual, requieren, sin embargo, el reconocimiento de una sociedad inclinada por lo material. La operación, de fuerte anclaje conceptual, resulta esclarecedora: evita todo esteticismo formal –aquello que Jorge López Anaya llama “el arte de las obras de arte”–, y que el diseño gráfico de una campaña publicitaria podría haber evocado. Reduce la información para concentrar la atención del espectador en el propio espacio abstracto de la comunicación. [...]
En su accionar la artista se sirve de los medios que la época pone a su alcance para proporcionar una temperatura espiritual favorable, apta para ampliar y resignificar las imágenes del mundo. De esta manera su polifacética labor acentúa los aspectos liberadores de la experiencia estética.