está indudablemente embebida en su tiempo, ella nunca se alza panfletaria y mucho menos cede a los vicios de la propaganda. Porque así como no hay períodos artísticos, sino más bien personas para las que, en ciertos momentos, el arte existe de una manera irreductible, Liliana Maresca encarnó la noción romántica del artista como pocos en su época: la idea del arte no sólo como una fisonomía del alma sino como una forma de trascender lo cotidiano.