Ya fueran personajes notables por su actividad creativa o intelectual, travestis, artistas de circo, gente de pueblo o viandantes ocasionales, la extensa galería de retratos que el artista desarrolló entre los años 60 y la primera década del siglo XXI tiene como denominador común simpleza de composición y una inefable intensidad expresiva. Empleó fondos claros y también oscuros. Estos últimos predominaron desde finales de la década del 70, aunque profundos grises tiñeron el retrato del diseñador Rubén Fontana, realizado tempranamente en 1967. La tendencia hacia el ennegrecimiento se incrementó en obras de los '90 y los 2000. En su último retrato, Lara (2007), la sutileza del trabajo con distintas calidades de tonos muy bajos llegó a su cenit. La imagen muestra a la protagonista de espaldas, cubierta por su cabellera discernible tan solo por sus sedosos reflejos, mientras el contorno de la figura apenas se delinea sobre las tinieblas del fondo. Rivas jugó con los límites de lo visible –ya lo había hecho en El cura de La Albufera (1985), y sobre todo en Sr. y Sra. (1992) – y magistralmente compensó una gama de valores al extremo oscuros, con la blanca mano de la modelo que descansa sobre su hombro izquierdo. En este gesto hay quien ha visto una suerte de premonitoria señal de despedida. Recordemos que el artista falleció dos años más tarde.
Mientras tanto los azulejos blancos de su cocina en Barcelona otorgaron un escenario quirúrgico a su secuencia de retratos de Violeta La Burra, mostrada en pleno proceso de transformación, en el cual su identidad