y el valor que daba a su mirada. Luego sus búsquedas se mantenían constantes antes, durante y después de la toma –se sabe cuánto cuidaba la instancia del copiado–, y siempre estaban al servicio de la elaboración tanto conceptual como formal. La cámara y la sabiduría técnica se sometían como herramientas a lo que la mente escrutadora y el espíritu creativo ya habían dilucidado.
Si bien la carpeta Norte, compuesta por fotos realizadas en el verano de 1975, brinda un panorama de personajes, paisajes y humildes poblados del noroeste argentino, las vistas urbanas transidas por la obsolescencia y la precariedad se desarrollaron sin lugar a dudas en Europa, donde Rivas trató profusamente el tema. En 1970, ya había hecho tomas de ciudades del viejo continente en un primer viaje que realizó con María Helguera. Pero es a partir de su radicación en Barcelona que el género de la fotografía urbana adquirió los métodos y características distintivas de su producción. Una prolongada serie de este tipo de obras se concentró en 1979: vidrieras cerradas de viejos negocios, extensos muros de ladrillo y, en general, edificios fabriles desactivados. Conseguidas ya sea en Poble Nou, barriada popular de los suburbios de Barcelona o en Londres, ofrecen geométricos y desolados escenarios, que denotan abandono, con callejones desiertos, aberturas tapiadas, persianas bajas, chimeneas sin humo, y aquí o allá algún girón de afiche que denuncia el “Paro”, intentando resistir una impiadosa economía neoliberal que avasalló a la producción