A mediados de 1979 retorna la utilización de la cámara de placas de formato 9 x 12 dentro del género del retrato, añadiendo paralelamente a su uso nuevas temáticas, como los cementerios y las naturalezas muertas.
Rivas, como muchos otros artistas, utiliza estas naturalezas para plantearse una especie de reflexión sobre su propio trabajo y sobre la práctica del oficio. Pero estas obras constituyen también un claro entronque con la tradición, que se elabora a partir de la propia visión personal.
A este respecto cabe apuntar la indudable influencia que su estada en Europa ejerce en su evolución al facilitarle el encuentro con las obras clásicas de la historia de la fotografía y que provocan en él el deseo de evocación y acercamiento a los grandes maestros, como es el caso, por ejemplo, de Edward Weston.
Su temática comienza a ampliarse y a conformarse sobre un eje homogéneo. [...]
Mediante el relieve de ciertos valores, de ciertas identidades, desarrollará de forma paulatina su ejercicio sobre el tiempo. Si la vida fluye, móvil en lo inmóvil se hacen visibles los trazos del tiempo. Sus fotografías de esquinas, de lugares en abandono, de ángulos interiores, las construye a partir de bases geométricas existentes en las formas visibles y las refuerza