Las obras de síntesis figurativa que se concentran entre 1937 y 1938, guardan relación con el modo picassiano de determinar las figuras, sobre todo a partir de su período neoclásico. Por su parte, las no-figurativas varían en morfología y combinaciones: desde el predominio de formas redondeadas –Composición N° 2 (1937), Composición curvilínea (1938)–, hasta la primacía de contornos rectos, siendo frecuentes los contrapuntos entre ambas tipologías.
En algunas pinturas abstractas el perímetro de los tintes puede estar contenido por líneas que conforman un cerco negro que, como en los vitrales, detiene la interacción cromática y acentúa la planimetría del conjunto.
Pero estas líneas en ocasiones se presentan como gestos arbitrarios, realizados con el propósito de neutralizar el rigor de un planteo “demasiado” geométrico. Hay obras –particularmente las de 1937 y 1938 que pertenecen al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires–
donde parece resonar el estilo cubista, sea por desfasaje de los planos respecto de un eje casi central, por la ambivalencia de motivos destilados de algún remoto referente y por un manejo cromático que pone en contrapunto un juego compensado –y contrastado– de luces y sombras. Es posible que esta clase de piezas tengan relación con la manera casi abstracta con que Pettoruti concibió entre 1934 y 1937 –la coincidencia temporal podría confirmarlo– algunos ejemplares de su serie de Las copas, como
Orgía II,
Coparmónica II o
Copa encantada I.