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El grupo
de París
por
Malena Babino
Septiembre de 2007
Referencia bibliográfica para este dossier
 
 
Una mirada sobre años germinales pero decisivos para la consolidación de la modernidad en Argentina es la que brinda Malena Babino en este ensayo dedicado al grupo de París. Estos jóvenes buscan en la entonces capital del arte el soplo de “lo nuevo” y constituyen una generación de creadores que gravitará profundamente en nuestro desarrollo estético.
 
Introducción | Historia | Artistas y obras | Bibliografía
 
1. La Escuela de París
2. Cafés, academias y salones
3. Bajo la guía de André Lhote
 
4. Los muchachos de París
5. Una exposición crucial
6. El retorno a Buenos Aires
 
Cafés, academias y salones
La Closerie des Lilas
La Closerie des Lilas 1925
Café du Dôme
Café du Dôme
Butler, Basaldúa y Badi
Butler, Basaldúa y Badi en la terraza del Dôme 1926
Pocos lugares como los cafés de Montparnasse pulsan el ritmo de los artistas modernos en esos complejos años veinte. A la hora del aperitivo o al finalizar sus jornadas, discuten y deciden allí sus exposiciones, como si lo hicieran en sus propios domicilios. En La Closerie des Lilas nota 1 desfilan poetas como Paul Fort o Apollinaire. Este café es, para André Salmon, “la más libre y la más sensible de las academias”; nota 2 hacia 1912, con la visita de Marinetti y Boccioni, pasa a ser una suerte de “cuartel general” de los futuristas en París.
En 1898 Paul Chambon abre otro café, Le Dôme, nota 3 que renueva edificio y mobiliario en 1923. Primero es frecuentado por estudiantes americanos a causa de su atractiva mesa de billar y en 1903 a él acuden artistas e intelectuales alemanes transformándolo en una suerte de club germanófilo. Cuando, a causa de la Gran Guerra, éstos dejan la ciudad, el marchand alemán Flechtheim lleva consigo tanto el espíritu del café como las obras de sus amigos, para organizar una exposición en Düsseldorf que titula Der Dôme. A su turno, las impresiones que estos peculiares cafés dejan en nuestros artistas argentinos quedan testimoniadas en los comentarios y las fotografías de la época. Una vez más, Butler recuerda:
“En el centro geográfico, dos célebres cafés, 'El Dôme' y 'La Rotonde', servían los aguados café-crème, con los que un público compacto matizaba la permanente discusión de las teorías que comenzaban a atomizar el arte. Por cierto, en sus terrazas ya no estaban Picasso ni Lenin, pero aún circulaba un sinnúmero de artistas cuya contribución en el campo del arte renovaría el mundo de las imágenes”. nota 4
 
Kisling y Foujita en La Rotonde
Kisling y Foujita en el
café La Rotonde
La Coupole
La Coupole
Interior de La Coupole
Interior de La Coupole
El café La Rotonde nota 5 es creado en 1903 y agrandado al año siguiente por su dueño, Víctor Libion, librero conocido en la ciudad. Su legendaria terraza juega un rol esencial en los encuentros artísticos de Montparnasse. Antes de la Guerra es frecuentado por Wilde, Kisling, Cendrars, Salmon, Jacob, Picasso, Modigliani, Ortiz de Zárate, Rivera y Léger; años más tarde se incorporan artistas de origen latino, escandinavo, suizo y ruso. Allí se discuten las tendencias del arte moderno y, por supuesto, cubismo, fauvismo y suprematismo son términos que convergen o divergen en acalorados intercambios. Libion se abona a los periódicos del mundo entero. Con frecuencia, y a falta de dinero “contante y sonante”, las consumiciones de los artistas son pagadas con obras, práctica muy corriente en Modigliani y Kisling, quien recuerda que en 1916 Libion le abre un crédito por 75 francos a cambio de un retrato de Jean Cocteau. De esta manera, sus muros van quedando gradualmente cubiertos por telas de Chagall, Picasso, Modigliani y otros con lo que, en poco tiempo, el café pasa a ser una suerte de galería de arte de la “Escuela de París”, anulando las distancias entre los espacios consagrados y los de la vida cotidiana; de este modo, el arte invade la vía pública.
Más avanzada la década, el 20 de diciembre de 1927, se inaugura La Coupole. Su apertura es el gran acontecimiento de la década. Si aceptamos como cierto el relato de Valérie Bougault, resulta curioso saber que mil quinientas botellas de champagne, diez mil canapés, tres mil huevos duros y mil postres son consumidos esa noche por los cientos de invitados que se congregan atraídos por las luces de la fiesta. Vlaminck, Cocteau, Foujita y Cendrars pueden admirar allí la enorme sala interior cuyas columnas habían sido decoradas por Kisling, Léger y Maria Vassilieff. Los “años locos” encuentran en La Coupole su símbolo. nota 6
En cuanto a las academias, las hay de todo tipo. Desde aquellas cuyo objetivo es preparar a los aspirantes para entrar en la Escuela de Bellas Artes, hasta otras donde se sigue una completa formación artística, o bien simplemente las que permiten realizar apuntes y estudios de manera informal y libre, incluso sin las correcciones de un maestro, modalidad absolutamente desconocida y estimulante para los artistas argentinos.
Ya antes de la Gran Guerra, en Montparnasse, hay importantes academias de entrada libre. La Colarossi, nota 7 que tiene algunas habitaciones y admite pensionistas, es dirigida en primera instancia por Carmine, antiguo modelo; allí, luego de Rodin y Whistler, enseñan Charles Guérin y el grabador Bernard Naudin. Bonnard, Vuillard y Serusier corrigen en la academia Ranson, nota 8 dirigida por la viuda del pintor simbolista Paul Ranson, su fundador. Por su parte y, entre otros motivos, a causa de sus modestos precios, la Academia de la Grande Chaumière nota 9 llega a ser la más popular: 50 céntimos. por una séance (sesión) de 20 minutos es razón de peso que decide la asistencia de los artistas más jóvenes. Otra de las razones de su éxito se debe al prestigioso plantel docente que cuenta, entre otros, a Bourdelle –entre 1909 y 1929–, a Friesz –en 1926– y a Léger –en 1931–. A su vez Marc Chagall, Roger de la Fresnaye y Dunonyer de Segonzac son maestros en la Academia de La Palette. nota 10 También tienen reputación la Academia Moderna, fundada por Ozenfant y Marie Laurencin y la Escandinava, nota 11 creada en 1926, donde enseñan Othon Friesz, Charles Despiau, Charles Drufresne y Henry de Waroquier entre 1927 y 1929. Sin embargo, estas academias son eclipsadas por las que, en forma individual, abren Lhote, en 1925 y Léger, en 1931.
En una carta enviada a su familia, a pocos días de llegar a la capital francesa, Butler realiza una semblanza muy precisa de sus primeros días en París y de la vida en Montparnasse. Allí describe puntualmente la variedad de academias y los diversos cafés del barrio; en La Rotonde, por ejemplo, el artista tiene oportunidad de asistir de manera constante, a exposiciones de todo tipo y de ver, no sin asombro, al japonés Foujita quien, con su clásica camisa a cuadros blanca y roja, es acompañado por una exótica modelo negra con turbante plateado sobre su cabeza. nota 12
 
Berni junto a su obra El torero
Antonio Berni junto a su
obra El torero, de 1928
La rue de la Grande Chaunière
La rue de la
Grande Chaunière
Otro interesante testimonio de la animada vida del grupo argentino en París, siempre dispuesto a intercambiar experiencias pero atento a preservar sus vínculos con Argentina, es el que aporta Antonio Berni:
“[...] Tuve distintos grupos de amigos; con unos me encontraba por una razón, con otros por otra. Allí por los años 27, 28, era frecuente que nos encontráramos en el café “La Rotonde” los amigos argentinos que estaban, como yo, haciendo su experiencia europea: Badi, Butler, Basaldúa, Spilimbergo, Bigatti, Raquel Forner y otros que no eran artistas. Esa era una mesa bastante seria, en el sentido de que era gente de una vida muy metódica. Más tarde vinieron y se agregaron al grupo Marechal, Jacobo Fijman, Oliverio Girondo, y [...] Argentina y los sucesos de Argentina eran a menudo motivo de diálogo y comentario; digamos que manteníamos vivo el fuego del hogar y que cada uno, a su manera, aportaba su cachito de añoranza”. nota 13
En torno a las academias se desarrolla una verdadera romería. En la esquina de la Grande Chaumière y del Bvard. Montparnasse tiene lugar la “feria de los modelos”: los artistas deciden allí su elección y posteriormente llevan a los modelos al interior de la academia donde sobre la base de cinco francos por séance de tres horas, trabajaban libremente. Luego el precio aumenta a quince francos durante el período de entre-guerras. Estas prácticas son registradas por Butler, nota 14 que en carta a Basaldúa, detalla:
“Yo me arreglo tomando modelo un mes cada dos (12 fr. la sesión o 300 fr. al mes) [...] El resto trabajo o en la Academia libre de Colarossi (sin prof.) a 10 fr. la semana, o como les he contado en la Academia Moderna de A. Lhote a 85 al mes. Hago muchas naturalezas muertas que me resultan muy interesantes, paisajes en cualquier lado o si no siempre se encuentra alguien que pose para retrato posando uno a su vez, cosa que voy a hacer en estos días con una amiga americana que no tiene taller. En las academias tenés modelo para dibujar a toda hora del día a 1 f. la 'séance'”. nota 15
 
Con respecto a los salones de arte, éstos empiezan a ser, con el correr de los años, cada vez más numerosos. nota 16 El Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, el Salón de Artistas Franceses, el Salón de los Independientes, el Salón de Otoño (1903) y el Salón de las Tullerías (1923) acogen, año tras año, a una cuantiosa nómina de artistas. En algunos de ellos se puede rastrear la presencia de los argentinos. Así, por ejemplo, en 1920 encontramos en los envíos del Salón de Otoño, cuatro obras de Rodolfo Alcorta, una de Fray Guillermo Butler, cuatro de Alfredo Guttero y dos de José A. Merediz. nota 17