estimuló codicia y por ende la exploración y conquista del continente americano. Esta historia basada en un hecho real, tenía como protagonista al cacique Guatavita (Colombia) y, con el tiempo, fue divulgada y desvirtuada por los conquistadores. Entonces se llamó El Dorado a las regiones auríferas y diamantíferas de América a las que se creía proveedoras de inagotables riquezas.
La instalación constaba de una pirámide truncada de color rojo –lingote de sangre, en vez de oro– que simbolizaba las consecuencias de la búsqueda de El Dorado. La cima estaba coronada por dos cuerpos geométricos antagónicos: una esfera y un cubo dorados, cuyas formas remitían a los procesos alquímicos. Esta construcción conectaba, por medio de un camino pintado en el piso, con un sillón colonial a modo de trono, que aludía al poder europeo. Dispuesta sobre un escritorio, una computadora con impresora, aportaba datos estadísticos que permitían componer una ecuación para calcular los kilos de oro expoliados en relación a los litros de