Carlos Ginzburg
Vivienda otoñal
1970
Carlos Ginzburg
Árbol
1970
Carlos Ginzburg
Ginzburg: 10 ideas
de arte pobre
1971
Víctor Grippo
Algunos oficios, 1976
como se exhibió en la muestra Desplazamientos. Entre la escultura y la instalación, 2007
Entre quienes, perteneciendo al Grupo de los Trece, sin embargo no adhieren especialmente a lo conceptual, figura Carlos Ginzburg.
Para este autor “todo texto o signo debía estar siempre acompañado necesariamente de una performance o un colectivo de objetos”,
ya que el camino de la representación se encuentra totalmente agotado. Desde finales de los ‘60 desarrolla una obra vinculada ante todo al arte ecológico y al llamado
arte povera –aquél que se define, esencialmente, como arte tecnológicamente pobre en un mundo tecnológicamente rico; esto es, allí donde objetos, instalaciones o acciones, señalan la importancia del trabajo manual y la vivencia humana–
. Por ejemplo, en junio de 1970, realiza la performance
Muerte natural, instalando en la Salina del Bebedero, en la provincia de San Luis, un montículo piramidal hecho de los residuos florales del cementerio local y destinado a ser esparcido o destruido por el viento en el curso de los días. En 1971 publica en La Plata
10 ideas de arte pobre, con prefacio del crítico y curador Germano Celant, principal teórico e impulsor de esta corriente internacional.
Por tanto, llega al grupo con un bagaje previo, tanto artístico como filosófico, que no entronca con los “análisis estructuralistas” de Glusberg, ni con las figuras teóricas invocadas como soporte de la propuesta del Grupo. Por caso, su “total oposición” con los planteos de Abraham Moles, a quien conoce en casa de Glusberg –lo que no le impide sostener una amistad de muchos años con el conocido ensayista–, ni con la postura teórica de Oscar Masotta, otro de los invitados a dar cursos o conferencias en el Centro. Ginzburg se integra desde un lugar diferente: el de la metáfora poética antes que el de la postura conceptualista o la radicalidad política.
Para la Bienal Coltejer en 1972, momento de presentación del Grupo de los Trece, Ginzburg plantea sendas obras de
land art y
arte povera: por una parte, el señalamiento de una montaña, la piedra
El Peñol, con la inscripción “piedra”, pintada en letras blancas de 10 metros de alto y 35 de largo;
por otra, un complejo trabajo denominado
Análisis estético, que en gran medida no puede realizarse y acaba siendo exhibido como texto. Incluye una serie de instancias “conceptuales”, como el análisis de la estructura de organización de la Bienal expuesta en una pared, pero también suma la acción
El artista: artista mendigo. En ésta el propio Ginzburg recorre el predio con una lata pidiendo limosna, llevando sobre el cuerpo carteles con diversas inscripciones relativas al cuestionamiento del papel del arte y, sobre todo, del mito del “artista desenfadado” y su “loca alegría”:
En los más de los casos, por desgracia, es un pobre infeliz que, ahogado por una riqueza inútil ha de desprenderse de algo suyo. El mito del artista feliz no es más que cháchara de profanos.
También todo un aspecto de la obra de Víctor Grippo se vincula con preocupaciones similares. Su elección de materiales “pobres” y utensilios simples –las papas como fuentes de energía eléctrica, las herramientas de trabajo manual, las mesas marcadas por el paso de los años y los oficios–, son otras tantas señales de una propuesta povera. Grippo reivindica el contacto directo con la materia y una tecnología no sofisticada, cercana al cuerpo y a la memoria ancestral y familiar. Pero en su caso, el vínculo con otras disciplinas y saberes lleva a la expresión artística al linde donde ciencia, magia y filosofía desdibujan sus contornos.