Organizando acciones colectivas como Una bufanda para la ciudad junto a Ezequiel Furgiuele (Grupo Haga) y exposiciones multidisciplinarias como Lavarte, La Kermesse o La Conquista, Maresca extiende su quehacer proyectándolo a la comunidad artística y de ahí al entorno social. Superar el solipsismo creativo es una necesidad vital en tiempos de la post-dictadura, y estas prácticas detentan una nueva actitud estética que recupera la fiesta –al decir de Gadamer– como uno de los fundamentos antropológicos del arte.
En cuanto a su producción individual los objetos se diseminan en múltiples componentes –como algunos de los realizados en colaboración con otros artistas para La Kermesse–, se dilatan –tal el caso de Ouroboros– o toman íntegramente un espacio para modificarlo e implicar al espectador en el mismo modo de concebir y presentar la obra. Este mecanismo es recurrentemente empleado en instalaciones como Lo que el viento se llevó, Recolecta, Wotan-Vulcano, Ecuación-El Dorado –realizada para La Conquista–, Espacio disponible o Imagen pública-Altas Esferas.