Todavía adolescente, una Cleopatra –espléndida y semidesnuda– a punto de ser mordida por el áspid, lo deslumbra. Se trata de una copia de algún cuadro famoso realizada por un vecino de Tapiales, Ángel Podestá, que se ganaba la vida con este tipo de encargos y que se convertiría en su primer maestro de dibujo. Le daba clases en la tapera que, en medio de los cardos, tenía por vivienda.