Ingresa en la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano”. Tiene como maestros, entre otros, a Onofrio Pacenza, Alfredo Gramajo Gutiérrez, Santiago Cogorno y Aurelio Macchi a quien muchos años después agradece públicamente sus enseñanzas en un texto:
“El espacio. El espacio vacío y el lleno. Usted me enseñó a verlo. Usted, mediante la afinación del ojo y del tacto, me introdujo en los misterios de los opuestos que hacen al mundo y a la vida, física y espiritualmente. La poesía que nace de una forma junto a otra: ‘una oreja, para un plástico, antes que ser una oreja es una forma’. Eran verdades aparentemente simples, pero para que existieran, alguien tenía que nombrarlas. Usted nombró a la forma y la forma se hizo”.
Desde el comienzo, más que por las elaboraciones naturalistas de los clasicismos, se interesa por las formas esquemáticas, esenciales y despojadas del arte arcaico como el sumerio, el egipcio o el asirio. En la biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes estudia a los flamencos, especialmente su dibujo. Comparte preferencias literarias con Griselda Gambaro, a la sazón joven escritora. Siente interés por el teatro; lee a Albert Camus, Thomas Mann, Herman Hesse.