eternas de los monumentos heroicos que la Argentina utiliza, desde fines del siglo XIX, para construir una nación simbólica y la ficción de una comunidad. [...] Estos objetos nos miran y lo inquietante no está en sus representaciones ni en sus figuraciones absurdas, sino en sus ausencias, en sus envoltorios, en sus capacidades de señuelo donde nuestra percepción queda suspendida entre lo imaginario y lo real, entre la memoria individual y la historia comunitaria, entre lo moderno y lo contemporáneo.”
Desde que recibiera la Beca Guggenhein en 1991, se inicia en la técnica del bronce de la que debe aprender secretos y padecer sinsabores, ya que en la Argentina se cuenta con muy pocas fundiciones que se dediquen a ella. Gómez reconoce que el problema de la calidad de terminación de cada pieza ha sido un verdadero desafío a su alto nivel de exigencia, ya que hay muchos pasos de este procedimiento que quedan en manos de artesanos que no logran interpretar las ideas del artista o están urgidos por las demandas comerciales. Con el tiempo ha logrado llegar a un acuerdo y a obtener un tratamiento especial por parte de los fundidores, más atento a sus requerimientos artísticos y expresivos.
Recibe el Premio a la trayectoria “Cincuentenario de la Asociación Argentina de Críticos de Arte”.