Esta exhibición del Grupo CAYC, en el marco del XXII Congreso Internacional de la AICA y las X Jornadas de la Crítica, se presenta bajo la denominación de “Patagonia”, esa vastísima y descuidada región argentina entre el Río Negro y el Estrecho de Magallanes, en cuyo espacio se han consumado hechos y consumido utopías y esperanzas de gran significación política, económica y cultural para nuestro país. Pero “Patagonia”, en esta versión de los integrantes del Grupo CAyC: Jacques Bedel, Luis F. Benedit, Jorge Glusberg, Víctor Grippo, Leopoldo Maler, Alfredo Portillos y Clorindo Testa, abarca en la práctica, como geografía todo el sur argentino y el archipiélago de las Islas Malvinas y como concepto, el espacio-tiempo en el cual se realiza, pat - agónica - mente, nuestra fragmentada vocación nacional.
La temática la inició Luis F. Benedit quien rescata las expediciones político científicas en la región patagónica, las cuales involucraron a futuros personajes célebres (Darwin por ejemplo), salvaron del olvido a diversas especies como el zorro lobo (Dusicyon Australis) natural de las Malvinas, extinguido en 1880, asociaron artistas como garantes del relevamiento minucioso de la flora, la fauna, la topografía y los aborígenes y concretaron una aventura susceptible de inspirar hoy, la re-construcción de la memoria social y de las raíces colectivas de un pueblo que nunca atinó a mirar con tanta prolijidad como estos europeos, su geografía, su cultura y su historia.
Los trabajos que Benedit presenta en esta muestra se refieren, en parte, a la expedición de Alejandro Malespina, que recorrería durante cinco años en la corbeta “Descubierta” las posesiones españolas de América del Sud y a la producción del dibujante que contrató para la tarea de ejecutar las láminas y croquis complementarios de las observaciones y estudios científicos: el sevillano José del Pozo.
El proceso de constitución de la imagen en Benedit, parece basarse en un efecto de arrastre; la memoria declara selectivamente determinados sucesos configurados en sus aspectos exteriores (datos), cuya virtud radica en que al instaurarlos en obra, suscitan discursos, signos y vivencias que alumbran la razón esencial por la cual se encontraban expectantes y disponibles. Con lo que, estas reescrituras históricas, con estar ligadas a hechos verificables y proveer al discurso conceptual que el artista elabora formal y dialécticamente en relación con ellos, ocupan el nivel de las revelaciones, es decir, el espacio en que la creatividad es conocimiento y el conocimiento creatividad. Porque la expedición de Malespina, por caso, si bien configura las imágenes y la historia, no define la topografía en la cual lo externo y evidente, da paso a lo profundo y enmascarado. Es que Benedit, cuando acomoda los sucesos, los relaciona según una cronología de la simultaneidad, valga la paradoja; no existe antes o después, como es simultáneo de pura virtualidad el territorio que los acoge. Todo sucede al unísono, fácticamente; navega la corbeta de Malespina –si es que navega–, en el mismo espacio en que se arraiga la araucaria; como el retrato dentro del retrato, se involucra como espacio interior, en los mismos espacios que citan al mar y a la tierra firme. Esta interpenetración, que no saca el suceso de sus raíces, sino que lo arrastra (con lo que conserva rastros, huellas y fragmentos), anuda una visión contemporánea y personal de un pasado capaz de revitalizar el presente.
Jacques Bedel, con sus paralelepípedos denominados “El Gran Límite”, establece una analogía crítica entre el desierto ilimitado en el que el rey de los árabes lanza vengativamente al rey de Babilonia en “Los dos reyes y los dos laberintos” de Borges y nuestra Patagonia, sentida como desierto, pero también como límite —no sólo geográfico— de América. Para Bedel estas piezas son fragmentos de “El Gran Límite”, la estructura trozada de un espacio utópico en el cual la idea de laberinto sufre la misma ruptura que en el cuento de Borges. En ambos casos, el laberinto de que se trata no es aquél “perplejo y sutil” que construyeron los arquitectos y magos del rey de Babilonia, sino el que existe sólo en la conciencia del hombre, por extensión, en la conciencia de un pueblo.
La filosofía gandhiana de la no violencia, que supone la posesión de una genuina temeridad y de una energía mayor que todas las armas inventadas y la cruenta guerra del Atlántico Sur, empalman en la obra de Jorge Glusberg y perfilan un lenguaje en el cual la obviedad del objeto, la forma física, lo transforma en paradigma.
Setenta borceguíes verdes, realizados en aluminio fundido y cuarenta placas negras con el perfil de las Islas Malvinas, sustentan una oración creativa para una tragedia nacional. El montaje elegido por Glusberg y la uniformidad cromática, refuerzan el concepto de serie en su acepción de orden impuesto, de rigidez (como valor ético) y de permanencia y repetición (como praxis). Es a la vez una síntesis del folklore patriotero de las fuerzas armadas enquistado en los mass media, como de los juegos de guerra que simulan simular. Sobre estos elementos, la proyección lumínica a través de un laser y la banda sonora, señalan lo acaecido como acaeciendo. Un llamado al nunca más.
Alfredo Portillos presenta un video-instalación, en el que la simultaneidad de los mensajes, dimensionan dinámicamente la topología patagónica. El altar, la cruz, Ceferino Namuncurá, la lana, las ovejas, el petróleo, los videos que visualizan una ceremonia mapuche, constituyen una gran escena en la que se verifica la rotura con la sucesión temporal. Portillos no sólo focaliza aquellos elementos que caracterizan la región, plenos de simbolismo, bisagras entre la multiplicidad de realidades que constituyen lo real, también los interpenetra a la manera de las cajas chinas, extendiendo los espacios y los tiempos, que son a la vez uno y otros. Nos hallamos así ante una resonancia que evoca el nacimiento, practica el culto, sangra el sacrificio, aspira y expira asistida por un marcapasos cuadrangular, que le inyecta el suero multicolor del rito expropiado por las tecnologías de punta.
El andamiaje-gliptodonte (cerámica, papel, madera, barro) de Clorindo Testa tiene antecedentes curiosos. Cuando se inició la excavación para la Biblioteca Nacional –obra diseñada por Testa–, debajo de un gomero, en el foso, se encontraron restos de un gliptodonte, especie que habitó en la Patagonia; la forma del edificio es asimilable a la del gliptodonte y la Patagonia como la Biblioteca Nacional, son ejemplos vivos de antiguos proyectos permanentemente inconclusos.
Esta obra que aparece soportada, reconstruida, dibujada en planta y fragmentada (a la manera de un laborioso trabajo científico), puede ser leída como proceso de restauración (en sentido biológico); como materialización unívoca de diferentes planos de la realidad, reunidos en mérito a la acción analógica; como medio físico de una operatoria cuasi mágica, en el que la configuración de las cosas responde a la magnitud del deseo o, entre otras más, como una eyección prospectiva de un pasado que amenaza retornar.
Leopoldo Maler exhibe un gran mural de madera con la silueta de un caballo; la imagen remite a la simbiosis entre éste y el indio, a partir del encuentro de las caballadas perdidas por los conquistadores españoles y a la destreza legendaria que adquirieron, acumulativamente, la visión del malón y la conquista de la Patagonia por Julio A. Roca en 1879. Pero también el caballo sin avíos, supone la dignidad de una especie, su esencialidad, correlativo al hecho de una Patagonia exaltada y reconocida como provincia en 1955 y desaparecida en 1956.
Completan la muestra Víctor Grippo con sus conocidas cajas de madera y vidrio y figuras talladas en plomo y yeso patinado (plomadas, martillos, yunques y rosas). Sus obras no han sido elaboradas en función del tema que distingue a la muestra, pero permiten extrapolaciones pertinentes, en tanto son fruto de una reflexión sobre los orígenes, los elementos y las fuerzas inmanentes; asuntos que, en definitiva, conciernen a este espacio invocado como Patagonia, y un barco realizado en gres-cerámico, titulado Amarcord por Vicente Marotta, que se incluye como homenaje al artista, ausente desde hace unos años en un territorio interior, que deseamos vivamente pueda conquistar.