Gana el Premio de Ridder de escultura, cuya exhibición se hace en el Museo Nacional de Bellas Artes. La obra premiada pertenece a la serie de objetos que partiendo de formas geométricas puras como paralelepípedos, cilindros, marcos cuadrangulares o circulares, en algún punto de su estructura, la materia se ablanda como si se derritiera. Estas obras, que remiten a la inevitable degradación, sin embargo están realizadas con un laborioso proceso que incluye la construcción de estructuras de madera, modelados en yeso directo, varias sesiones de pulido, imprimación a la piroxilina para, finalmente, pintarlas con lacas acrílicas metalizadas, de las que se emplean en los automóviles.
Otras cinco piezas de esta serie más dieciocho dibujos, que abordan igual temática, se exhiben entre noviembre y diciembre en la muestra individual que realiza en la Galería Carmen Waugh de Buenos Aires. La crítica destaca la impecable realización del conjunto, señalando la superación de la materia empleada, con la que logra –dicen– la calidad del poliéster.
El artista comenta, por su parte, que en el trabajo