Con el propósito de reconstruir las formas de los cuerpos y así recuperar la distinción de sus partes como constitutivas de una unidad, comienza a trabajar en obras que se refieren a esqueletos de ignotos monstruos, bestiario en el que siempre subyace algún residuo de humanidad. Comienza a usar la fibra de vidrio para reforzar la resina, evitando así su característica quebradiza y el carbonato de calcio que le permite introducir matices blanquecinos, logrando colores y texturas propios de lo óseo.
En marzo expone la serie de las vísceras en la Galería ELE, Estudio de Arte Moderno de Córdoba.
El Museo Nacional de Bellas Artes realiza una exposición de recientes donaciones. En ella se incluye aquella pieza con la que obtuviera el Premio de Ridder, que pasó a formar parte del patrimonio del museo.
Participa en Doce escultores en la Argentina junto a Curatella Manes, Heredia, Distéfano, Renart, Iommi, Badíi, Paparella y otros, realizada en la sala Carlos Morel del Teatro San Martín.