Santiago Stagnaro
Pierrot tango, 1913
Santiago Stagnaro
Estudio, s/d
Santiago Stagnaro
Estudio, s/d
Santiago Stagnaro Autorretrato, s/d
Santiago Stagnaro
Estudio, s/d
A principios del siglo XX, Barracas, al igual que La Boca, es un barrio esencialmente obrero. Allí tienen sus talleres los artistas agrupados en torno a la “Escuela de Barracas”,
que por entonces mantienen un estrecho contacto con los “de la Vuelta de Rocha", nucleados en torno a los hermanos Stagnaro
, Quinquela Martín y Juan de Dios Filiberto.
Todos ellos, de extracción proletaria, están familiarizados con los postulados del anarquismo que, a principios de siglo, se constituye en la ideología dominante de las clases trabajadoras. Los escritos de Tolstoi y Kropotkin –de este último, particularmente,
Palabras de un rebelde– tienen amplia circulación en diarios, revistas y ediciones económicas. Como señala Miguel Angel Muñoz, “en las estrategias anarquistas, al arte le compete un papel privilegiado ya que se le reconoce su especial capacidad para actuar sobre los hombres”.
Santiago Tomás Stagnaro, poeta, pintor y escultor, desde muy joven comparte su actividad artística con el activismo gremial en la Sociedad de Caldereros de La Boca. Como señaláramos, asiste a los cursos que imparte Lazzari en la Sociedad Unión donde recibe las únicas herramientas con las que elabora una reducida pero sustancial producción artística.
Entre sus obras más difundidas se encuentra Pierrot tango, óleo realizado en 1913 que parece combinar la temática carnavalesca –presente también en otras obras de Stagnaro– con la “comedia del arte” italiana, representada en el personaje del arlequín que viste un traje con rombos de vivos colores, en una versión estilizada de lo que serían las vestimentas con remiendos. La articulación de un tema caro a la historia del arte pero en clave porteña, aparece ya en el título: Pierrot es Pedrolino (o Pierino de Vicenza), precursor del payaso listo, con su cara blanca y su sombrero de pico. El tratamiento de las figuras refleja la búsqueda de representación plástica del movimiento a través de finas pinceladas que dan forma a personajes danzantes, cuyos contornos se funden y confunden en una algarabía de colores saturados.
Pero es su autorretrato realizado hacia 1915 el que sin duda refleja la naturaleza vehemente y la delicada sensibilidad del artista. Ubicando su figura en el centro de la composición, Stagnaro deja casi la mitad de su rostro oculto tras un velo de sombras. La mitad visible, no obstante, basta para representarse como el joven impetuoso del que dan testimonio las cartas que le dedicara a un amigo y que Juan M. Guastavino recopila en “Santiago Stagnaro hombre” :
“[…] Hoy sueño lo mismo que ayer. Mi audacia me lleva hacia delante rumbo a la meta del camino que comencé a trazar. Mi carácter es indomable, y aunque vi y razoné toda la miseria de mis cinco lustros pasados, no me falta coraje para afrontar el porvenir. Mis sueños de arte arden en la bóveda de mi cráneo como arde el vientre de un volcán en erupción. Mi alma siente la belleza de la forma como si estuviera ungida por los dioses del genio, y en mis noches solitarias veo entre la sombra augusta de mi cubil destacarse en blanco pálido la silueta de mis estatuas futuras, siluetas que se esfuman para dar lugar a otras que mi fiebre espiritual evoca. […]”
En 1917 Stagnaro participa activamente en la fundación de la
Sociedad Nacional de Artistas, Pintores y Escultores. Organizada como una sociedad obrera, la SNAPE está constituida por una asamblea y una comisión directiva. Stagnaro redacta los estatutos en los que se establece “sostener los principios de justicia y velar por los intereses de la colectividad artística en todos los terrenos en que ella actúe”.
Facio Hebequer integra la primera comisión directiva a la que luego se incorporan Vigo y Riganelli. Al año siguiente, esta misma sociedad gremial de artistas convocará el
Salón de Independientes. Sin Jurados y Sin Premios, cuyo título denota un claro enfrentamiento con las instancias oficiales de consagración artística, particularmente, la Academia Nacional de Bellas Artes y el Salón Nacional.
Durante su corta vida, Stagnaro experimenta la pobreza extrema y la incomprensión de sus ideas. Desde niño, comparte una estrecha amistad con Juan de Dios Filiberto y con Benito Quinquela Martín. Este último lo apoda “el pequeño Leonardo” y lo recuerda como un hombre de fuerte temperamento, que su frágil estructura física no logró contener:
“[…] Vivía pobrísimamente. Como Filiberto, sobre quien tenía gran influencia, militaba en el anarquismo pero además de su incansable actividad a favor de la ‘Idea', tenía una inquietud múltiple: pintura, escultura, poesía, lo atraían por igual, y también la música. El fue quien dibujó prolijamente las teclas del piano donde lo oí practicar a Filiberto” […]
Fiel al ideario anarquista, Stagnaro vivió convencido de que el arte podía mejorar el espíritu del hombre. Pese a haberle hecho frente a su adversa enfermedad con un incansable espíritu de superación, fallece de tuberculosis antes de cumplir los treinta años. Dos días antes de su muerte, escribe una última poesía:
“Tengo la carne helada
y, no obstante, siento que en el más profundo
recodo del alma hay un ansia cálida,
un extraño deseo, un impulso
que yo mismo no sé que será…
Bendita Primavera del Espíritu,
cuyo fuego eleva al más sublime estado
de Belleza, la carne mía frágil y doliente
a pesar de sus treinta años.”