maquetas, versiones en escala reducida, que incluyen vaciados en bronce de muchas de las esculturas en poliéster. Este partido expositivo revela el sistema de trabajo del artista, concienzudo y metódico, que prefiere no apresurar el proceso creador y el cuidado de la realización técnica, de por sí farragosa, con el propósito de materializar de la mejor manera, la idea que lo ronda y obsesiona.
De entre los numerosos comentarios que ponderan la obra y la muestra, Ana María Battistozzi escribe en Clarín:
“Una muestra retrospectiva no se reduce a un mero ordenamiento del pasado y del presente en la trayectoria de un artista; también es un atajo hacia su proceso creador, un modo de ir rodeando sus ideas hasta que cuajan en una apariencia sensible. En el caso de Juan Carlos Distéfano [...] podría decirse, además, que el despliegue de una retrospectiva es una forma de aproximarse a la realidad del sujeto contemporáneo a partir de sus extremos.
Atravesada de punta a punta por el principio de conflicto, su obra tiene al hombre como protagonista absoluto de un drama desplegado sin sosiego. Marcadas por las tensiones de nuestro tiempo, sus figuras parecen sugerir que no hay redención posible, en este mundo al menos.