Por encargo de Juan Lepes, con el que había trabajado en producciones publicitarias en muchas ocasiones, prepara un mural para el “boliche” cultural Moscú –nunca inaugurado– que hubiera funcionado en el subsuelo de la discoteca Paladium, ubicada en el centro de Buenos Aires (Paraguay y Reconquista). Las piezas que lo componen son de yeso fraguado en moldes de arcilla, luego talladas y policromadas con óleo en grises terrosos. Miguel Briante indica que parecen molduras barrocas de un edificio antiguo:
“De cerca, los pedazos de materia se convierten en un Aleph de números, celdas, rincones rituales de una religión innominada, canillas, tubos de desagüe, fusibles, algún rostro: ‘Eso que vemos y no registramos: la alcantarilla que está al lado del cordón, los cables que rigen nuestra vida. Lo que queda en el fondo de la memoria', dice Gómez...”
Este mural estaba originalmente compuesto de dieciséis placas de cincuenta centímetros de lado, la mitad de las cuales se emplearon años más tarde en otra obra. Los relieves están