Del pequeño departamento de la calle Belgrano se muda a una vieja casona de la calle Defensa, frente al Parque Lezama, en el tradicional barrio de San Telmo, donde recupera un espacio especialmente dedicado a taller.
Abandona el trabajo comercial para dedicarse exclusivamente a la actividad artística.
Comienza a trabajar en yeso. Reivindica el modelado y la figuración, y con ellos la tradición del oficio de escultor. Así intenta colocarse fuera de la vertiginosa búsqueda de la actualidad y darse el lugar y el tiempo para reanudar otro ciclo artístico. Al respecto declara: “Ahora, esta es mi verdad: la arcilla, el yeso. Hay mucha mierda hecha en mármol de Carrara, en bronce. Yo creo que todo es falso, mi obra es falsa. Pero lo falso existe, es lo que es.”
Realiza una escultura completamente blanca, compuesta por tres paralelepípedos de los que emergen cuatro manos –las del artista– en actitud de sostener y medir lo inexistente, el