Con el mismo grupo de artistas de la edición anterior, interviene en Escultura III, realizada en la Galería Del Buen Ayre, durante las Jornadas de la Crítica '83. La impactante presencia de La Nave organiza el centro del espacio expositivo.
A modo de ejercicio disciplinario y como reacción a lo fuertemente expresivo y desgarrador de sus esculturas de vísceras y huesos realiza, a escala y a lo largo de un año, portales inspirados en las antiguas y eclécticas fachadas del barrio de San Telmo. En madera –de la que mantiene color y textura– talla todo lo que puede componerlas: rejas y canceles de hierro forjado; marcos, contramarcos, molduras y tímpanos de puertas; ménsulas, balaustres, columnas, cornisas, rosetas, ventanas, arcos, escalones, frisos y toda clase de ornatos de albañilería o de piedra. El minucioso trabajo artesanal hipnotiza nuestros sentidos haciendo verosímil lo representado. Martín-Crosa señala que este desborde de lo material
“[...] apunta a un objeto ideal: el
prestigio. [...] Podía repensar la realidad desde el vanidoso decorado de su gente. Lo atrajo –y él lo incorporó– la efervescencia de la materia sorprendida en su despliegue trivial y jactancioso, pero asimismo en su
intención irradiante, que aquí es como decir ‘absoluta’. Simbólica extremosa la Norberto Gómez. Para designar la absolutez de la conciencia, se refiere a la carne anonadada; para indicar ahora la infinita aspiración del quehacer humano, se abre paso desde la cursilería.”