trabajar en él. Más tarde comentará que esta fue una especie de huída, motivada por la necesidad de liquidar la serie de obras que lo habían tenido tan comprometido y poder pasar a otra cosa. Buscaba algo parecido a una salvación después de haber estado inmerso tantos años en la representación del horror.
Se muda a un departamento de la Avenida Belgrano, en cuyo living improvisa un taller. Las restricciones de espacio, sumadas a problemas de salud, lo obligan a reducir el tamaño y peso específico de su obra, para pasar a hacer objetos de escala reducida y con procedimientos relacionados con las “manualidades” (recorte, troquelado, encolado, pintado, reciclado de materiales).
Los críticos Jorge Glusberg, Laura Buccellato y Carlos Espartaco lo invitan a hacer una obra para la muestra Artistas del papel, que se realiza durante este año en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. La empresa auspiciante – Massuh S.A.– daba a cada artista convocado un rollo de 10 metros de papel con el que realizarla. Gómez fabrica con él pequeños objetos a partir de tiras enrolladas alrededor de unos lápices y endurecidas con cola sintética. Resultaron 64 cruces iguales, formadas por círculos y cuadrados alternados, coronando columnas ornamentadas. El conjunto sugería un bosque de cruces, como un monumento conmemorativo en escala reducida dedicado a los desaparecidos por causa del terrorismo de estado de los años 70 y 80.